
Por estos días y desde el fallecimiento del Papa Francisco, el mundo ha estado atento a todos los ritos y procesos que se siguen en la Santa Sede. Francisco recibió una despedida multitudinaria desde la Plaza de San Pedro el 26 de abril, hasta la inhumación de sus restos, como había pedido en la basílica de Santa María la Mayor, al otro lado de la ciudad, y no en la Basílica de San Pedro, en las grutas, donde están la mayoría de los papas.
Los días siguientes, durante nueve días consecutivos, se llevaron a cabo las celebraciones especiales o novendiales de la Eucaristía en sufragio del Pontífice fallecido. Comenzando por la Misa Exequial y culminando el pasado día 4 de mayo.

Culminado este tiempo de luto y con la participación de unos sesenta Cardenales, se llevó a cabo la primera Congregación General del Colegio Cardenalicio. Los Purpurados presentes juraron observar la Constitución Apostólica “Universi Dominici Gregis” sobre la vacante de la Sede Apostólica y la elección del Pontífice.
Así, sucesivamente, los cardenales han ido celebrando las Congregaciones Generales, donde se analizan al detalle cada uno de los pasos a seguir en el camino a la elección de un nuevo pontífice. Entre los temas debatidos han estado la iglesia y el mundo. Se analizó como la Iglesia deberá abrirse más a la fraternidad y al diálogo, y lograr que trabaje por el bien del mundo y por la paz.
Los 135 cardenales electores que entrarán en el Cónclave para elegir al 267º Pontífice proceden de 71 países de los cinco continentes. Hay dos purpurados que no participarán.
Lo que establece el Código de Derecho Canónico

Según datos del sitio Vatican news, el canon 349 del Código de Derecho Canónico especifica que los cardenales «constituyen un Colegio especial al que corresponde proveer a la elección del Romano Pontífice» y añade que los cardenales «asisten» al Papa «bien actuando colegialmente cuando son convocados juntos para tratar asuntos de mayor importancia, bien como individuos, es decir, en los diversos oficios que desempeñan, prestando su ayuda en el cuidado especialmente cotidiano de la Iglesia universal».
Es, pues, la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis la que establece que eligen al Sucesor de Pedro los cardenales que, antes del día de la muerte del Papa «o del día en que quede vacante la Sede Apostólica», no hayan alcanzado la edad de 80 años, distinguiendo así entre cardenales electores y no electores. Hasta la fecha, el Colegio Cardenalicio está formado por un total de 252 cardenales, de los cuales 135 son electores y 117 no electores.
El 7 de mayo, a las 10 de la mañana, se celebrará la misa «pro eligendo Pontifice» en la basílica de San Pedro. Por la tarde, los cardenales se reunirán en oración en la Capilla Paulina antes de dirigirse en procesión a la Capilla Sixtina para iniciar el Cónclave.

Durante unos días, la Capilla Sixtina será el espacio de recogimiento, cercanía con Dios, oración y discernimiento. Allí se desarrollará el Cónclave, que deriva del latín ‘cum-clave’, designa un espacio reservado en la casa, precisamente ‘cerrado’. En el lenguaje de la Iglesia se utiliza para indicar tanto el lugar cerrado donde tiene lugar la elección del Pontífice como el Colegio de Cardenales llamado a elegir al nuevo Papa.
La legislación vigente para la elección del Papa es la Universi Dominici Gregis. Establece, entre otras cosas, que el Cónclave debe celebrarse en la Capilla Sixtina, definida como la Via Pulchritudinis, el camino de la belleza capaz de guiar la mente y el corazón hacia lo Eterno.

También establece que, después de 34 votaciones en las que no se ha producido ninguna elección, los cardenales deben votar por los dos nombres que hayan recibido más votos en la última votación, manteniendo -incluso en la segunda vuelta- la regla de la mayoría de dos tercios, necesaria para elegir al nuevo pastor de la Iglesia universal.
El Colegio de Cardenales ha dirigido un mensaje al Pueblo de Dios, invitando a todos los fieles a vivir este momento eclesial con profundidad espiritual, como un verdadero «evento de gracia y discernimiento». Conscientes del peso de la responsabilidad que recae sobre sus hombros, los purpurados hacen un llamado explícito a la oración del pueblo cristiano.