Este 3 de abril, la iglesia de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba, amanecía con la noticia de la partida a la Casa del Padre del P. Oscar Márquez Canler, debido a un fallo cardiorespiratorio muy temprano en la mañana.


Aunque estaba ingresado desde hacía varios días en el Cardiocentro del Hospital Provincial, todos esperában verle regresar con su misma sonrisa.
En el templo parroquial de Santa Teresita, de donde fue párroco por muchos años, se preparó la capilla ardiente. Allí, con sencillez y belleza, estuvo su cuerpo para celebrar la Misa de Exequias.

Desde el mediodía fueron llegando fieles y amigos de toda la ciudad, y de los lugares cercanos. La oración sentida y continua del Santo Rosario acompañó el tiempo de espera. Poco después de las 2.30 pm comenzaba la Eucaristía, presidida por Mons. Dionisio García Ibáñez, arzobispo y el Primado de Cuba.

Concelebraron casi todos los sacerdotes, diocesanos y religiosos, que sirven pastoralmente en la arquidiócesis. La homilía fue pedida al P. Camilo de la Paz, el más joven de los sacerdotes ordenados en la Diócesis, unido al P. Oscar que lo conoció desde su infancia cuando fue párroco de Santa Teresita, y luego en sus años de preparación al sacerdocio por acompañarle en la misión.



Sus palabras fueron hilvanando, desde la Palabra de Dios, la imagen fina y serena del santo sacerdote al que la nuestra iglesia despedía y acompañaba.
Dio tres pautas. La primera, el testimonio de vida sacerdotal del P. Oscar en sus casi 53 años de ordenado, su amor a Jesús, su entrega a los más pobres, siempre con una gran sonrisa. La segunda, su don de la dirección espiritual, “sabías escuchar, sabías orientar. Tenías la capacidad, porque lo transmitías, de que cuando uno se confesaba contigo, experimentaba la confianza del alma que busca a Dios”, así lo resumía. Y tercero, el gran testimonio para el pueblo y para todo el presbiterio, por el don de la caridad, que él ejercía sin guardarse nada para sí.

“A veces uno convive con un santo y no se da cuenta de que está viviendo con un santo. Y alguien tal vez de afuera te tiene que decir que estás con un santo”. Decía el P. Camilo casi al concluir, por ello compartió el testimonio de tres personas que, al escuchar el nombre del P. Oscar, unánimente dijeron, “es un santo”: P. Alonso, Sor Fara y el Cardenal Jaime Ortega.



El responso final fue hecho por Mons. Dionisio, quien al terminar y antes de partir hacia el cementerio Santa Ifigenia, agradeció la vida y testimonio misionero del P. Oscar, que muchos veían como frágil y citadino, pero no lo era.


Se entregó por más de veinte años al servicio de las comunidades de la que luego sería la parroquia de San José Obrero. Agradeció el testimonio del Diácono José Vicente Vals y del laico Papi Sanz, quienes entregaron también su vida al servicio de la misión. En ellos tres, dijo el Obispo, “quiero recordar a todos los hombres y mujeres, jóvenes y mayores que durante los últimos 30 años han empleado su vida, su tiempo, sus recursos, su inteligencia, su voluntad al servicio de la misión. Ellos nos estarán acompañando. Gracias Señor, por habernos dado a un compañero y a hermano como el P. Oscar.”


Llevado en los hombros de sus hermanos sacerdotes, salió el féretro del templo. Un gran número de sacerdotes, religiosas y laicos le acompañarían hasta el lugar donde descansará, el panteón familiar, lugar donde descansan los padres del P. Oscar y era su deseo.



Dios nos ha dado la gracia de convivir y compartir con un santo, de esos santos “de la puerta de al lado” como gusta decir al Papa Francisco, de esos que, sin hacer ruido, llenan al mundo del amor de Dios. Gracias P. Oscar Márquez Canler, gracias P. Oscarito por tu sonrisa y sencillez… por tu humilde servicio que deja en toda una huella profunda del paso de un servidor y discípulo de Jesús.
María C. López
Erick Guevara y Miguel A. Grave de Peralta