Este sábado 4 de enero, la comunidad de las Hermanas Compasionistas Siervas de María celebra un hito significativo: diez años de presencia en Cuba. En el corazón de La Habana, en la calle Castillo entre Infanta y Calzada del Cerro, se encuentra un faro de esperanza y solidaridad: la comunidad de las Hermanas en la parroquia Nuestra Señora del Pilar. La jornada sirvió no solo para celebrar la fiesta de los Reyes Magos, sino para vivir la alegría de una década de servicio incansable y el impacto profundo de su labor en la vida de muchos cubanos que viven cerca de su parroquia.
Desde su llegada a Cuba, la Congregación, con tres representantes en un primer momento, han llevado adelante una misión que ha iluminado la vida de muchos en medio de las dificultades y carencias que enfrenta el país. Ahora son dos las que componen esta, que ha sido la primera y única comunidad con la que cuentan en el país, un verdadero oasis de amor y servicio.
La hermana Idy, de Filipinas, recuerda que su llegada al barrio fue difícil. Al caminar por la calle le gritaban cosas los niños. Le hacían burlas, pero ahora al paso del tiempo se ha dado cuenta de que el trabajo ha dado resultado. Comenta, que no sabían hablar español y poco a poco fueron con fe, abriéndose camino y ganándose el corazón de los vecinos, quienes ahora le acogen y acompañan.
Cada sábado, estas hermanas atienden a 56 niños y 26 ancianos, ofreciéndoles almuerzos y diversas ayudas. Para la hermana Inmaculada, de Indonesia, esto ha sido un gran reto, pues aun con las carencias y las dificultades para conseguir lo más mínimo, han logrado mantener este servicio y ayuda. Siente que no ha sido en vano el esfuerzo.
La fundadora de su congregación, la beata María Magdalena de la Pasión (Constanza Starace), sembró una semilla de compasión y servicio que ha florecido en un gran árbol cuyos frutos se extienden más allá de los confines de su tierra natal. Hoy, cuentan con comunidades en Italia, Canadá, México, India, Indonesia, Filipinas y, por supuesto, Cuba. Su día a día es servir a los más necesitados, brindando ayudas, ofreciendo servicios de comedor y catequesis, y vinculando a los niños a las celebraciones de la iglesia.
«Cada día es un nuevo desafío, pero también una nueva oportunidad para hacer el bien y llevar el mensaje de compasión y esperanza a través de nuestro trabajo», comenta una de las hermanas. Su labor no solo proporciona apoyo material, sino que también nutre el espíritu y el sentido de comunidad. El trabajo de las Hermanas Compasionistas ha transformado vidas y ha creado un vínculo profundo con la gente del barrio. Aquellos que ellas recibieron como niños, hoy son animadores, catequistas y apoyan también el servicio del que una vez se beneficiaron.
Desde su fundación, la congregación fue creada con el propósito de vivir y difundir el mensaje de amor y misericordia de Cristo. Han dedicado sus vidas a la ayuda de los más vulnerables, llevando consuelo y asistencia a quienes más lo necesitan.
En este 10 aniversario de su presencia en Cuba, celebramos la increíble dedicación y el impacto de las hermanas Compasionistas en La Habana. Ojalá y puedan seguir creciendo y su luz sigua brillando, guiando a muchos hacia un futuro mejor. Que su mensaje de amor y compasión continúe inspirando a todos.