En la tarde de este viernes, la Basílica Menor y Santuario Diocesano de Nuestra Señora de la Caridad, acogió una misa organizada por la Comisión de Diaconado Permanente. La Eucaristía estuvo presidida por el Nuncio Apostólico en Cuba, Monseñor Antoine Camilleri, concelebrando Monseñor Domingo Oropesa Lorente, obispo de Cienfuegos y quien preside esta Comisión a nivel nacional, y el Padre Ariel Suárez Jáuregui, párroco de este templo jubilar, además de otros sacerdotes.


Hasta allí llegaron como peregrinos los diáconos permanentes y sus esposas, que por estos días participan en La Habana en el encuentro nacional de Diáconos y Candidatos. Antes de la misa hubo confesiones y exposición del Santísimo. La celebración eucarística sirvió, ya que estaba el Representante del Papa en el país, como un motivo para dar gracias a Dios por la elección de Su Santidad León XIV y el regalo que con su persona reciben la Iglesia y el mundo. Fue propicio el momento para encomendar el ministerio del Supremo Pastor a la intercesión de la Virgen de la Caridad.

Un encuentro de formación y espiritualidad.
El encuentro Nacional de Diáconos y Candidatos con sus esposas se desarrolla desde el pasado 6 de mayo. Una vez más y como en años anteriores, la Casa San Juan María Vianney en La Habana acoge esta cita a la que asisten participantes de todas las diócesis del país. Juntos comparten tiempos de oración, eucaristía, trabajo en equipos y formación.

Este encuentro sirve para compartir, recibir formación y retiros que permitan la cercanía con Dios y que les fortalezca en su misión dentro de la iglesia. El diácono es un servidor. Los apóstoles instituyeron esta figura para atender a las viudas y huérfanos de Jerusalén. Hay dos tipos de diaconado, el transitorio -quienes se ordenan diáconos como etapa previa a ser presbíteros- y el permanente -quienes toda su vida serán diáconos-.

Origen y funciones.
Fue a partir del Concilio Vaticano II cuando se restauró el Diaconado Permanente y se decidió darlo también a los hombres casados, la Iglesia Católica se enriqueció con un ministerio que dio una modalidad nueva a la misión de predicar el Evangelio. Los Diáconos Permanentes se ordenan para ejercer la caridad de la Iglesia y para participar en la liturgia de acuerdo con el orden que reciben.


El Diácono proclama solemnemente el Evangelio, predica, bautiza solemnemente, es ministro ordinario de la comunión eucarística, asiste a la celebración del matrimonio y visita a los enfermos para consolarlos con la Eucaristía. Los Diáconos Permanentes pueden ser solteros o casados, viven dando testimonio en su hogar, santifican su trabajo humano y dan a la Iglesia su entrega generosa, casi siempre acompañados de su esposa y de sus hijos.


Todos ellos tienen algo en común que es indispensable para ser aceptados: son hombres de Iglesia, es decir, ejercen un apostolado y crecen en el conocimiento de su fe. La recomendación de su párroco, o de algún sacerdote con el que trabajan, es el primer requisito para iniciar su proceso de formación; el segundo, curiosamente, es el “permiso” de su esposa y de sus hijos, quienes aceptan unirse a esta vocación tan singular de su esposo y de su padre.
FOTOS: Cortesía de los participantes en el encuentro.