Lectura del Evangelio según San Juan.
(Juan 3, 22-30).

Lectura del Evangelio según San Juan. (Juan 3, 22-30).

El amigo del esposo se alegra con la voz del esposo.

En aquel tiempo, fue Jesús con sus discípulos a Judea y permaneció allí con ellos, bautizando. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salim, porque ahí había agua abundante. La gente acudía y se bautizaba, pues Juan no había sido encarcelado todavía.

Surgió entonces una disputa entre algunos de los discípulos de Juan y unos judíos, acerca de la purificación. Los discípulos fueron a decirle a Juan: “Mira, maestro, aquel que estaba contigo en la otra orilla del Jordán y del que tú diste testimonio, está ahora bautizando y todos acuden a él”.

Contestó Juan: “Nadie puede apropiarse nada, si no le ha sido dado del cielo. Ustedes mismos son testigos de que yo dije: ‘Yo no soy el Mesías, sino el que ha sido enviado delante de él’. En una boda, el que tiene a la novia es el novio; en cambio, el amigo del novio, que lo acompaña y lo oye hablar, se alegra mucho de oír su voz. Así también yo me lleno ahora de alegría. Es necesario que él crezca y que yo venga a menos”.


  • REFLEXIÓN SOBRE LA PALABRA

Después de curar al leproso, Jesús le manda que no hable de ello con nadie, pero le dice: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio» (v. 14). Esta disposición de Jesús muestra al menos tres cosas. La primera: la gracia que obra en nosotros no busca el sensacionalismo.

A menudo se mueve con discreción y sin clamor. Para curar nuestras heridas y guiarnos por la senda de la santidad ella trabaja modelando pacientemente nuestro corazón según el Corazón del Señor, de tal modo que asimilemos cada vez más sus pensamientos y sentimientos. La segunda: haciendo verificar oficialmente por los sacerdotes la curación realizada y celebrando un sacrificio expiatorio, el leproso es readmitido en la comunidad de los creyentes y en la vida social.

Su reintegro completa la curación. Como él mismo lo había suplicado, ahora está completamente purificado. Por último, presentándose a los sacerdotes el leproso testimonia ante ellos acerca de Jesús y su autoridad mesiánica. La fuerza de la compasión con la cual Jesús curó al leproso condujo la fe de este hombre a abrirse a la misión.

Era un excluido, ahora es uno de nosotros. Pensemos en nosotros, en nuestras miserias… Cada uno tiene las propias. Pensemos con sinceridad. Cuántas veces las tapamos con la hipocresía de las «buenas formas». Y precisamente entonces es necesario estar solos, ponerse de rodillas ante Dios y rezar: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Hacedlo, hacedlo antes de ir a la cama, todas las noches.

(Audiencia general, 22 de junio de 2016)

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