Del 30 de junio al 3 de julio, la Ciudad de Guatemala fue escenario de un acontecimiento profundamente simbólico y pastoral: el Encuentro Latinoamericano y Caribeño Nicea 1.700 años, convocado por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) bajo el lema “Fe, Unidad y Esperanza”. Se convirtió en un espacio de reflexión, oración y fraternidad entre 74 participantes de 15 países del continente.

Desde Cuba, participaron la Rvda. Dora Arce, pastora presbiteriana, y el Padre Ariel Suárez Jáuregui, secretario adjunto de la Conferencia de Obispos Católicos (COCC). Participaron otros dos cubanos en representación de otras denominaciones y países, un pastor bautista residente en Estados Unidos y un sacerdote católico de rito oriental que ejerce en Puerto Rico. Esta diversidad de procedencias y tradiciones fue uno de los signos más elocuentes del espíritu ecuménico que animó el encuentro.

Durante las jornadas se ofrecieron ponencias teológicas, trabajos en grupo y espacios informales que fortalecieron los lazos entre iglesias. Un momento apreciado por los participantes fue la celebración ecuménica en la parroquia del Espíritu Santo, atendida por los salesianos. Allí, entre cantos y oraciones compartidas, los cubanos encontraron una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, tanto en el interior del templo como en una pintura exterior. Un gesto providencial que resaltó el sentimiento y que a decir de los coterráneos les «hizo sentir en casa».


Tomando como punto de referencia el aniversario del primer concilio ecuménico de la historia, con este encuentro se dejó claro que se busca fortalecer los lazos y abrir horizontes para seguir construyendo la unidad desde la fraternidad entre las denominaciones religiosas del continente.
Desde la primera jornada del Encuentro, hubo tiempo para la reflexión sobre la fe, espacios de oraciones simultáneas que crearon el ambiente y dispusieron el corazón de los asistentes para lo que se estaba viviendo. Se llevaron a cabo ritos acordes con la identidad de las familias religiosas presentes, entre las que se cuentan las Iglesias ortodoxa, greco católica, protestante y evangélica.

El Ecumenismo es una recepción antes que una producción, porque Dios Trinidad es comunión y la Unidad es un Don suyo. Así se puso de manifiesto en estos días, en los que se mantuvo el ejemplo vivo de Nicea, un intento de profundizar en el misterio central de la Fe. Se pudo constatar que es una tarea de cada generación el hecho de mantener y generar comunión y fraternidad. Se hace mucho más necesario en este tiempo en nuestro mundo, tan dividido y polarizado. El Ecumenismo de los mártires lo confirma, porque el Misterio de Dios es siempre más grandes que nuestra comprensión.
Nicea fue también un momento de unidad importante, ejemplo de inculturación de la fe. A través de las expresiones contenidas en el Nuevo Testamento, se encontraron nuevos modos de conectar con los destinatarios del mundo greco-romano. También hoy la única fe de la Iglesia debe hacerse asequible a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.


El encuentro no fue solo conmemorativo, sino profundamente actual. A partir del legado del Concilio de Nicea, surgieron algunas convicciones que se revivieron en Guatemala. El Ecumenismo se fortalece y testimonia en los vínculos, en las relaciones, descubriéndolo como «ámbito de la esperanza».


En el curso de este año 2025, la conmemoración de Nicea, está suscitando iniciativas académicas y pastorales muy significativas desde el punto de vista ecuménico. Se han ido desarrollando eventos en diferentes países. Se han impulsado iniciativas continentales, como el próximo encuentro en Egipto (apoyados por el Consejo Mundial de Iglesias) y la visita del Papa León XIV a Constantinopla en noviembre, donde conmemorará el aniversario junto al Patriarca Bartolomé.

Se ha puesto de manifiesto que hay un consenso de todos los cristianos de que Nicea fue un hito en la confesión de la Fe trinitaria y cristológica. Los participantes de este encuentro latinoamericano han mostrado su gratitud al Celam y a la Iglesia guatemalteca, por la preparación y desarrollo de la cita, así como por la cordial y eficiente acogida. A decir de los delegados e invitados en los distintos momentos de oración y trabajo, se sintió el verdadero ecumenismo, que todos eran verdaderos hermanos y hermanas.
DATOS Y FOTOS: Padre Ariel Suárez Jáuregui.