Los pobres en el corazón del Evangelio

“Dilexi te”: el amor como revolución silenciosa

La primera exhortación apostólica de León XIV, “Dilexi te” (“Te he amado”), no es un documento más para las bibliotecas vaticanas ni una homilía de domingo con aroma a incienso. Es, más bien, una sacudida. Una invitación —amable, pero inapelable— a redescubrir lo que el cristianismo siempre tuvo en su núcleo y a veces olvida entre trámites y teologías: el amor a los pobres como forma más pura del amor a Dios.

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El Evangelio hecho carne… y herida

León XIV no se limita a recordar el mandamiento de amar. Lo encarna. Afirma que el amor de Cristo “se hace carne” precisamente en quienes cargan con la pobreza: material, moral, espiritual o esa otra, más silenciosa, la del alma que se sabe invisible. Los pobres no son, dice, destinatarios de una beneficencia condescendiente, sino el mismo rostro de Cristo mirándonos desde abajo. Qué paradoja tan divina: el Creador que pide ser reconocido en la fragilidad del mendigo.

Tradición viva, no reliquia

El Papa no inventa nada nuevo —y ese es precisamente su mérito—. Recoge la herencia de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, tejiendo una continuidad que no huele a museo, sino a taller en marcha. La “opción preferencial por los pobres” no es una consigna política ni un sentimentalismo piadoso, sino una toma de partido por la dignidad humana, un compromiso tan antiguo como subversivo.

El espejo incómodo de la injusticia

“Una economía que mata”: así de crudo suena en el texto. No es poesía apocalíptica, sino diagnóstico. León XIV denuncia el sistema que convierte a la persona en descartable y al éxito en nueva divinidad. Frente a la indiferencia global —ese pecado tan moderno, tan elegante— el Papa exige que la fe se vuelva voz profética, que no se conforme con dar pan si no exige justicia.

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De la limosna al cambio estructural

“Dilexi te” es una invitación a la conversión… pero también a la reforma social. No basta la limosna que tranquiliza conciencias. Hay que transformar la mentalidad, construir comunidades más justas, donde la caridad y la justicia no sean opuestas sino hermanas. León XIV recuerda que el amor cristiano no se mide por el gesto, sino por la estructura que ese gesto ayuda a cambiar.

Mujeres y migrantes: los márgenes que iluminan

Con especial fuerza, el documento mira hacia dos heridas abiertas: la violencia contra las mujeres y el sufrimiento de los migrantes. Ambos, dice el Papa, son test de autenticidad para la fe cristiana. Una Iglesia que no los protege, que no los defiende, corre el riesgo de predicar el amor mientras cierra la puerta.

La educación como acto de justicia

La exhortación culmina con una idea luminosa: educar a los pobres no es caridad, es justicia. No se trata de dar oportunidades como quien reparte migajas, sino de reconocer derechos. Evangelizar, en este contexto, significa acompañar, dignificar y liberar. Porque la fe, sin transformación social, no pasa de ser un eco piadoso en un mundo que grita.

La llamada final

“Dilexi te”* es, en última instancia, un espejo. León XIV invita a los laicos, religiosos y sacerdotes a preguntarse: ¿a quién amamos realmente cuando decimos amar a Dios? Su respuesta es simple y vertiginosa: al pobre. No por compasión, sino por coherencia. Porque allí —en el rostro ajado, en la mirada despojada— está Cristo. El mismo que nos amó primero, y nos sigue pidiendo algo más que palabras: una conversión que toque el bolsillo, las estructuras y, sobre todo, el corazón.

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