REDACCIÓN: Jorge Amador (seminarista) Camagüey, Cuba. En una jornada colmada de gratitud y alegría, la comunidad diocesana se congregó en la Catedral para celebrar los cincuenta años de ministerio sacerdotal de su pastor, monseñor Wilfredo “Willy” Pino Estévez, actual arzobispo de Camagüey. La Eucaristía estuvo marcada por la emoción, la memoria agradecida y la comunión eclesial.
La celebración coincidió también con la ordenación diaconal del seminarista Reynaldo Rodríguez Labrada, quien tras completar su formación teológica y espiritual en el Seminario San Carlos y San Ambrosio, recibió el sagrado ministerio del diaconado en el mismo acto litúrgico. Su ordenación simbolizó el dinamismo vocacional de una Iglesia viva que sigue alentando nuevas vocaciones.
A la solemne misa asistieron varios obispos, junto a sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, y numerosos fieles. Todos unidos en la oración y el afecto por su arzobispo y por el nuevo diácono.
En un gesto de profundo significado, el nuncio apostólico en Cuba, monseñor Antoine Camilleri, leyó la bendición apostólica enviada por el Papa León XIV a monseñor Willy, como cariñosamente le conocen sus fieles, por sus cinco décadas de entrega pastoral y fidelidad al Evangelio. Esta muestra de cercanía del Santo Padre fue recibida con aplausos y emoción por los presentes.
Durante la homilía, se evocaron los rostros y nombres de quienes han sido guías en el camino vocacional de monseñor Willy y del diácono Reynaldo. Ambos, con palabras sinceras y emotivas, agradecieron a sus formadores, familiares y comunidades por el acompañamiento recibido.
Otro momento significativo fue la lectura de unas palabras inéditas del siervo de Dios, monseñor Adolfo, quien hace 50 años presidió la ordenación sacerdotal de monseñor Willy. Este gesto añadió un matiz histórico y espiritual a la celebración.
Antes de concluir la misa, se presentaron públicamente los nuevos candidatos al sacerdocio de la arquidiócesis, quienes iniciarán su formación en el seminario el próximo septiembre. Un signo esperanzador de que el llamado de Dios continúa resonando en los corazones de los jóvenes.
La Iglesia camagüeyana, en comunión con toda la Iglesia cubana, da gracias a Dios por este acontecimiento y renueva su plegaria para que nunca falten obreros en la mies del Señor.
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