Viernes Santo: Cuando el amor venció al dolor.

Hoy la Iglesia guarda silencio. No hay campanas, no hay Eucaristía. Es un día distinto, solemne, donde el altar está desnudo y el Sagrario vacío. Pero este silencio grita más fuerte que mil palabras: hoy recordamos que Dios amó tanto al mundo que entregó a su propio Hijo.

¿Por qué llamamos «Santo» a este viernes de dolor?

Porque en la cruz, donde muchos vieron derrota, Dios estaba escribiendo la mayor victoria del amor. Jesús no murió como un héroe trágico, sino como el Salvador que eligió el camino más difícil: perdonar a sus verdugos, dar esperanza al ladrón arrepentido y confiar su madre al discípulo amado. Cada gota de sangre, cada palabra suya, fue un acto de amor puro.

El Viernes Santo no es solo un recuerdo.

Es un espejo donde miramos nuestra vida:

Las caídas de Jesús nos recuerdan que todos tropezamos, pero lo importante es levantarnos con su ayuda. El perdón a los que lo crucificaron nos desafía a soltar rencores y abrir el corazón. El grito «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», nos dice que hasta en la oscuridad más profunda, Él está cerca.

El día en que el amor escribió su mejor lección.

Hoy la Iglesia calla. El silencio, la tranquilidad se apodera de cada rincón de los templos. No hay Gloria, no hay Aleluya. Pero en este silencio sagrado resuena la voz más elocuente de la historia: la Cruz, ese «púlpito de madera» desde donde Cristo nos dio sus últimas y más poderosas enseñanzas.

No es solo un recuerdo… es lo sagrado de nuestra realidad.

El Viernes Santo nos coloca frente a un espejo divino donde cada escena del Vía Crucis habla directamente a nuestras luchas diarias. Las tres caídas de Jesús, el arte de levantarse.
Cada vez que Jesús cae bajo el peso de la cruz, nos está diciendo: «Yo sé lo que es tropezar cuando el camino pesa demasiado». «Conozco esa sensación de que no puedes dar un paso más». «Pero mira: me levanto… para enseñarte que las caídas no son el final» Para el católico que hoy siente que la vida lo ha derribado: Cristo no le pide que no caiga, sino que, como Él, se levante. Lo hermoso es que no te levantas solo: su mano extendida desde la cruz es tu apoyo.

«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»

Mientras los clavos desgarraban sus manos, Jesús pronunció las palabras más revolucionarias de la historia. Nos enseña que, el perdón no es un sentimiento, es una decisión. No esperó a que se arrepintieran para ofrecer misericordia. La verdadera fuerza está en amar cuando todo te invita a odiar. Ante las divisiones de estos días: Cristo nos muestra que el camino no es guardar rencores, sino transformarlos en oportunidades de reconciliación.

«Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

Este grito desgarrador de Jesús nos revela que, hasta el Hijo de Dios, experimentó la sensación de abandono. La fe no nos exime de la oscuridad, pero nos da luz para atravesarla. Cuando sientas que Dios está más lejos, es cuando más cerca está cargando contigo tu cruz. Para los que hoy sienten que el futuro es incierto: Si el mismo Jesús pasó por esta angustia, ¿cómo no va a entender la tuya?

La Cruz: Muestra del amor auténtico.

En estas horas santas, Jesús nos da una clase sobre el Amor que sirve (cuando calla ante las injusticias). Fe que persevera (cuando sigue adelante a pesar del dolor). Esperanza que transforma (cuando entrega su espíritu confiando en el Padre)

Los fieles saben de cruces pesadas, de caminos cuesta arriba, de momentos oscuros. Pero hoy Cristo nos recuerda, que las mayores glorias nacen de los mayores sacrificios. Que ninguna cruz es eterna y que cuando todo parece terminado, Dios está preparando un nuevo comienzo

Este Viernes Santo no es día de luto, es día de amor en acción. Detengámonos ante la Cruz y aprendamos sus lecciones. Porque el mismo Cristo que hoy muere, pronto resucitará – y con Él, todas nuestras esperanzas.

«La Cruz no es el final de la historia… es solo el comienzo de la Victoria de Dios».

FOTOS TOMADAS DE LOS MUROS DE LAS PARROQUIAS Y DIÓCESIS.

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