Una de las frases más recordadas de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba en enero de 1998 fue: «Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba.»

Este mensaje, pronunciado durante su discurso al llegar al aeropuerto cubano, tuvo una gran repercusión, destacando la necesidad de integración y diálogo entre la isla y la comunidad internacional. Su visita tuvo significativas celebraciones litúrgicas en varios puntos del país.
El 2 de abril de 2005, el mundo se despidió de una de las figuras más influyentes de la Iglesia Católica en el siglo XX: el Papa Juan Pablo II. Su fallecimiento, a las 21:37 horas en su habitación del Vaticano, marcó el final de un pontificado de 26 años, caracterizado por su incansable labor pastoral, su carismática presencia y su papel fundamental en eventos históricos que moldearon el rumbo de varias naciones.

Momentos significativos de su partida.
Se dice que horas antes de su muerte, con una voz apenas audible, pronunció en su lengua materna, el polaco, la conmovedora frase: «Déjame ir a la Casa del Padre». Esta declaración resumía su profundo sentido de fe y su entrega absoluta al servicio de Dios. Durante los días previos, el mundo permaneció en vigilia, observando desde la Plaza de San Pedro cómo los fieles se reunían en oración, acompañando sus últimos momentos.
Relación con Cuba y su visita histórica.
El vínculo del Papa Juan Pablo II con Cuba tuvo un hito especial en enero de 1998, cuando realizó una visita pastoral histórica a la isla. Fue la primera vez que un pontífice pisaba suelo cubano, y su llegada estuvo marcada por una cálida acogida por gran parte del pueblo cubano. En sus discursos, Juan Pablo II destacó la importancia de la libertad religiosa y el respeto por la dignidad humana. Su mensaje tuvo una fuerte repercusión, su visita evidenció y fortaleció la fe, tantas veces escondida, del pueblo cubano.
Durante su estancia, ofició una emblemática misa en la Plaza de la Revolución de La Habana, donde miles de cubanos se congregaron para escuchar sus palabras. En su homilía, instó a la sociedad cubana a abrirse al mundo, al mismo tiempo que pidió al mundo que no cerrara sus puertas a Cuba. Esta visita pastoral marcó un antes y un después en las relaciones entre el Vaticano y la isla, sentando las bases para futuros diálogos.

Además, en su visita ofició misas en Santa Clara, donde habló y defendió la familia, comunidad de vida y amor entre un hombre y una mujer, abiertos a la vida. Estuvo en Camagüey, donde se dirigió a los jóvenes y los animó a seguir a Cristo y abrazar una vida virtuosa. Al final de la misa, les entregó una carta para que siguieran reflexionando, dejando así un mensaje de fe y esperanza. Y en Santiago de Cuba, Cuna de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, donde tuvo un emotivo encuentro con los fieles. En el Santuario de El Cobre, cerca de Santiago de Cuba, el pontífice realizó un gesto significativo: coronó la imagen de la Virgen, reafirmando su importancia para el pueblo cubano.


Este acto simbolizó su profundo respeto por la devoción mariana en la isla y su reconocimiento del papel de la Virgen de la Caridad como un símbolo de esperanza y unidad para los cubanos. Además, en su homilía, destacó la importancia de la fe y la dignidad humana, alentando a los fieles a mantener su confianza en Dios y en su protección. Su visita al santuario fue uno de los momentos más memorables de su viaje, dejando una huella imborrable en la historia religiosa de Cuba.
El Papa Juan Pablo II es reconocido como el artífice del regreso de la Navidad a Cuba. En diciembre de 1997, el gobierno cubano declaró el 25 de diciembre como día festivo y no laborable, inicialmente de forma «excepcional», aunque se mantuvo posteriormente. Este gesto no fue meramente simbólico: El Papa exigió explícitamente la rehabilitación de las festividades religiosas durante las conversaciones previas a su viaje.
Juan Pablo II será recordado no solo por su papel como líder espiritual, sino también como un mediador en momentos clave de la historia contemporánea. Su influencia trascendió fronteras y su legado sigue presente en la memoria de los creyentes y de quienes reconocen su impacto en la política y la diplomacia global.