Beato Jaime Armando Oscar Valdés, 7 de agosto.

Su vida

Nace en La Habana, Cuba, el año 1891 e ingresa en la Orden en Ciempozuelos en el mes de febrero de 1913. Forma parte de las comunidades de Ciempozuelos y San Rafael, de Madrid; destinado a Colombia (1920), es nombrado superior de Bogotá (1928-1931), vicesuperior de Barcelona (1931) y pasa a Valencia (1934), donde se encarga de la farmacia y ropería. Decía: «Pelean Dios y Lucifer, y no han de salir con la suya». La noche del 7 de agosto, junto con el superior, es levantado de la cama y ejecutado, muriendo cerca del hospital mientras gritaba ¡Viva Cristo Rey! Tenía 45 años. No se conservan sus restos.

Todos ellos tuvieron la oportunidad de abandonar los hospitales donde servían, y así salvar la vida, pero decidieron quedarse con los enfermos y niños a los que atendían. «Me quedo junto a los enfermos, pase lo que pase, y quiero correr la misma suerte que el resto de los Hermanos», se sabe que dijeron varios de ellos. También hay testimonios de perdón a los enemigos: «Vosotros me mataréis, pero yo rogaré por vosotros», dijo el Hermano Gumersindo a los milicianos que, poco antes, le habían detenido mientras servía la cena a los enfermos.

Fue abandonado por sus progenitores en el torno de la Casa de Maternidad y Beneficencia de La Habana. Allí le bautizaron y le pusieron el nombre de Armando Óscar. Las religiosas Hijas de la Caridad que atendían aquella casa le enseñaron a descubrir que Dios es padre y madre de aquellos que se confían a Él.

En los años de la Casa Cuna formó parte de la célebre banda de Beneficencia de La Habana y aprendió un oficio, zapatero, que le permitió sostenerse económicamente al salir de esa Institución. Durante aquellos años en su corazón surgió el deseo de consagrarse a Dios y dedicarse a la vida hospitalaria.

Tras la muerte del querido fray José Olallo Valdés, en el hospital de Camagüey, la orden hospitalaria había desaparecido en Cuba. Para poder ser religioso hospitalario tuvo que abandonar su querida patria y trasladarse a Ciempozuelos, España. Allí empezó a identificarse con el carisma caritativo de San Juan de Dios: amar y servir a los enfermos. Al terminar su formación como enfermero, fue admitido a profesar en este instituto tan querido, para ello tomó el nombre de fray Jaime. Sus primeros destinos como religioso hospitalario fueron las casas en Ciempozuelos, Pamplona y San Rafael (Madrid).

En 1920 la Orden hospitalaria de San Juan de Dios regresa a Colombia y se pedían misioneros para rehacer presencia en este país. Se ofreció así como voluntario y pronto fue enviado a esta tierra  como un religioso más.

En 1928 fue destinado a prestar sus servicios en la Casa de Bogotá, ejerciendo el cargo de prior de este centro hospitalario. Después de darse sin medida en medio de los enfermos colombianos, fue llamado nuevamente a España, ahora al Hospital Infantil de Barcelona (1931). Después de una breve estancia en  Carabanchel Alto, la obediencia le destino a la comunidad del Asilo – Hospital de La Malvarrosa, Valencia (1936) encargado de la sección de la ropería y de la farmacia. Era una obra caritativa que acogía a  “niños escrofulosos, raquíticos, lisiados y huérfanos pobres”.

En esta casa donde se atendían a niños discapacitados, conoció los horrores de la llamada Guerra Civil Española: arrestados en su propia casa, fueron asediados por los milicianos que registraron sus dependencias continuamente. En su afán de buscar armas que no existían, robando y destruyendo cuanto objeto religioso, que encontraron a su paso. No se dieron cuenta de que su única arma era ese Cristo crucificado que habían mutilado y destrozado.  

El 7 de agosto de 1936 después de un riguroso registro con amenazas y groserías, escucho decir al prior: “Estaba convencido de que me mataban aquellos energúmenos; si esta vez no lo han hecho, no tardarán mucho en fusilarme, pero estoy muy conforme en dar la vida por el triunfo de la religión y de España”

Nuevamente, regresaron los milicianos en la noche,  irrumpen para registrar una vez más el hospital, además de exigir todo el dinero que había quedado para pagar los suministros de la institución.   En esta ocasión obligan al superior de la casa a acompañarles; sin dudarlo, el beato Jaime se ofreció para acompañarle en aquella hora de las tinieblas. Pasando nuevamente por cada habitación y dependencia de la residencia, en su cuarto encuentran un aparato de tomar la presión que confunden con un aparato de trasmisión en clave Morse. Le acusan de espía y al buen superior, fray Leoncio, de cómplice. No hay manera de explicar a entender y son arrestados. Esa noche, en el campo llamado “Les Oliveretes”, muy cerca del Hospital caen martirizados  por las balas comunistas.

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco. La Orden Hopitalaria de San Juan de Dios ha dado a España 95 mártires, 71 de ellos beatificados por el Papa Juan Pablo II, a los que se suman este grupo de 24 religiosos, cuyo martirio fue aprobado por el Papa Francisco el 5 de julio de 2013.

ORACIÓN
Acudimos a ti, Jesús,
que eres el divino Samaritano y el mártir del Gólgota,
recordando a los Mártires Hospitalarios de San Juan Dios.
Tú prometiste confesar delante de tu Padre celestial
a quién te confesara ante los hombres.
Los Beatos Hno. Mauricio Íñiguez de Heredia
y 23 Hermanos compañeros mártires
testimoniaron, con su vida hospitalaria y con su muerte por la fe,
la autenticidad del amor a ti en el servicio de los pobres y enfermos.
Con la humildad y confianza, apoyados en tu palabra fiel
unida a los méritos de su sacrificio,
te pedimos, por la intercesión de éstos tus bienaventurados mártires,
nos concedas la gracia que ahora imploramos
para gloria tuya y nuestra salvación. Así sea.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

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