
Lectura del Evangelio según San Mateo. (Mateo 12, 14-21).
Le mandó que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta.
En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Jesús para acabar con él. Al saberlo, Jesús se retiró de ahí. Muchos lo siguieron y él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta Isaías:
Miren a mi siervo, a quien sostengo;
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi Espíritu,
para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
No gritará ni clamará,
no hará oír su voz en las plazas,
no romperá la caña resquebrajada,
ni apagará la mecha que aún humea,
hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra;
y en él pondrán todas las naciones su esperanza.
- REFLEXIÓN SOBRE LA PALABRA

En este pasaje, los fariseos conspiran para matar a Jesús tras sanar a un hombre en sábado. Ante la hostilidad, Cristo se retira, pero no por temor, sino para revelar una verdad más profunda: su misión no se basa en la fuerza, sino en la mansedumbre que cumple las Escrituras.
Tres claves para la vida espiritual:
La mansedumbre de Dios: Jesús evita la confrontación violenta (v. 15), reflejando la profecía de Isaías: «No disputará ni gritará» (v. 19). Su fuerza está en la paciencia, no en el poder opresor. Nos enseña que la verdadera autoridad nace del servicio humilde.
La justicia que sana: Aunque se retira, sigue «curando a todos» (v. 15). Su justicia no es venganza, sino restauración. El «juicio» que trae (v. 18) es misericordia para los frágiles: sana cuerpos y almas, acogiendo a los quebrantados (v. 20).
La esperanza universal: Isaías anuncia que el Siervo «llevará la justicia a la victoria» (v. 20) y en su nombre «esperarán las naciones» (v. 21). Jesús no viene solo para Israel, sino para toda la humanidad. Su reino se extiende en silencio, como la semilla que crece (cf. Mc 4,26-29).
¿Cómo vivimos esta mansedumbre en un mundo que glorifica la violencia? ¿Acogemos a los «cáñamos quebrados» (los frágiles) con la misma ternura de Cristo? Él nos invita a confiar en su poder silencioso: la Cruz, aparente derrota, será su victoria. «El Señor no apaga la mecha que aún humea» (v. 20). En nuestras debilidades, Él no nos abandona; sopla suavemente para avivar nuestra fe.
Este texto revela el corazón de Cristo: un Mesías que transforma el mundo no con ejércitos, sino con amor paciente. Sigamos sus pasos, llevando esperanza a los heridos, confiando en que su justicia triunfará.
