Mons.Marcos Pirán Gómez
Obispo delegado ante la Conferencia Cubana de Religiosos (CONCUR)
Obispo Auxiliar de Holguín

Formación y Primeros Años
Marcos Pirán Gómez nació en Buenos Aires, Argentina, el 7 de marzo de 1961. Desde joven, mostró una inclinación hacia la vida contemplativa y espiritual. Su dimensión contemplativa se fortaleció durante seis meses de discernimiento vocacional con los monjes trapenses, una experiencia que le ayudó a confirmar que su llamado era hacia el clero diocesano. De esta etapa, desarrolló un profundo amor por el silencio y la oración, hábitos que han marcado su vida y ministerio.
Sacerdocio
Mons. Pirán fue ordenado sacerdote el 9 de diciembre de 1988 para la diócesis de San Isidro. Desde ese momento, dedicó los primeros años de su ministerio a su diócesis natal. Entre 1988 y 2000, sirvió como vicario en la parroquia del Perpetuo Socorro en Rincón de Milberg y posteriormente como párroco de la Sagrada Familia y la cuasiparroquia de San Antonio en Carapachay.
En el año 2000, su vocación misionera lo llevó a la diócesis de Holguín, en Cuba, como miembro de una misión ad gentes. Allí, asumió la dirección pastoral de la parroquia de San José en la ciudad de Holguín. Más adelante, entre 2005 y 2012, desarrolló su ministerio en la diócesis de Guantánamo-Baracoa, específicamente en la parroquia de Maisí, situada en una de las regiones más remotas y desafiantes del país.
En junio de 2012, regresó a Holguín, donde retomó su servicio como párroco de la parroquia de San José. Su dedicación y experiencia lo llevaron a asumir roles de liderazgo dentro de la diócesis, como miembro de la Comisión Diocesana de Misiones desde 2016, vicario pastoral de la Vicaría de Holguín a partir de 2020, y miembro tanto del Consejo Presbiteral como del Colegio de Consultores.
Episcopado
El Papa Francisco lo nombró Obispo Auxiliar de la diócesis de Holguín con la sede titular de Boseta el día de la Solemnidad de San José. Este nombramiento refleja su compromiso con una espiritualidad marcada por la misión, siempre conectada con la realidad cotidiana de las personas.
En palabras de Mons. Pirán, «la misión no se puede hacer desde un escritorio». Su episcopado se enraíza en un estilo pastoral de proximidad, donde el contacto personal y directo con las comunidades ocupa un lugar central. Reconoce la importancia de procesar sus experiencias en oración diaria, una práctica que considera esencial para integrar las vivencias del día a día con su misión espiritual.
Con un amor profundo por la bicicleta como parte de su espiritualidad, recorre las comunidades de su diócesis buscando conectar con la realidad local. Este estilo de vida le permite mantener un equilibrio entre su papel como párroco y su nueva responsabilidad episcopal. Mons. Pirán vive esta etapa de su vida con alegría y entera disponibilidad, sabiendo que su misión es un encuentro constante con Dios y con las personas a las que sirve.