En la Plaza de la Revolución José Martí se encuentra el actual centro político administrativo del país. Está centrada por un obelisco de forma piramidal y planta estrellada que constituye un hito por su verticalidad dominante; tiene en su base el monumento a José Martí, apóstol de la independencia de Cuba, y el edificio del Comité Central del Partido Comunista al fondo, que constituye un cierre de predominio horizontal que sirve de marco y bordea el conjunto.
Ya en 1922, en el lugar conocido como la Loma de los Jesuitas o la Loma de los Catalanes –por una ermita que allí existió–, Enrique Montoulieu estimó que en ese espacio debía desarrollarse el centro físico de la capital.
Enrique Montoulieu había comenzado en 1914 a elaborar un planeamiento para la ciudad que vería la luz hacia 1922. El proyecto localizó, muy cerca de la Ermita de los Catalanes, una plaza central-monumental que sería el centro simbólico del Estado.
Hacia 1918 Pedro Martínez Inclán, uno de los más prestigiosos urbanistas cubanos, da comienzo a un análisis urbano de La Habana que quedaría explicado en su trabajo La Habana actual: estudio de la capital de Cuba desde el punto de vista de la arquitectura de ciudades, publicado en 1925. Con nuevas ideas e influido por trabajos anteriores, propone el lugar de la Loma de los Catalanes para una gran plaza.
En 1925 se promulga la Nueva Ley de Obras Públicas, en la que se plantea la creación de un plan de desarrollo para La Habana. Para dirigir el nuevo plan se contrataría un importante urbanista francés: Jean-Claude Nicolás Forestier. La visión territorial de este plan también decidió hacer una plaza monumental en los mismos terrenos.
Ni uno solo de estos planes llevó a cabo esta plaza, pero sí significaron un desarrollo intelectual y una posición con respecto a la ciudad.
En 1937 una comisión al efecto discute el lugar donde debería construirse por el municipio de La Habana, el Monumento a Martí y la Plaza Cívica; y se decide que la Loma de los Catalanes era el lugar adecuado. Se hace entonces un primer concurso de alcance interamericano, pero el primer lugar queda desierto y se aplaza entonces la decisión.
En 1940, la Constitución de la República en su artículo 215, establece que cada municipio tendrá una comisión de urbanismo. Los estudios de la época asumen una escala territorial e igual que habían hecho Montoulieu, Martínez Inclán y Forestier, y pensando en un horizonte temporal que iba hasta el fin de siglo, se planteó la creación de un nuevo centro funcional y geográfico para la gran Habana, cercano a la zona de población de la clase dominante, el Vedado, el lugar sin dudas era la Loma de los Catalanes.
En 1942 se realizó un segundo concurso que debía decidir cuál sería el proyecto del nuevo centro cívico martiano que se localizaría en la Loma de los Catalanes. Esta vez se otorga un primer premio, que es ganado por el arquitecto Aquiles Maza y el escultor Juan José Sicre, pero se hace en medio de discrepancias y realmente gana la inacción: no se construye. Pasan alrededor de diez años para que se haga real la idea de construir la Plaza Cívica José Martí, el nuevo centro de la ciudad, en la Loma de los Catalanes, que además era centro geográfico de la ciudad-región: el lugar que había sido propuesto desde los primeros años del siglo xx como centro de la gran Habana.
En 1953 se comienza a construir la Plaza Cívica, para esto se tomará del premio de 1942 la escultura de Sicre, que se talló en mármol en el lugar, mientras que el obelisco es de otro de los proyectos concursantes; sus autores son Jean Labatut y Raúl Otero.
El 1º de enero de 1959 triunfa la Revolución y la Plaza Cívica José Martí está en proceso, por lo que deberá adecuarse al cambio político que se produce. Alrededor de la Plaza Cívica se habían previsto diferentes funciones: administrativa, política, cultural, recreativa, con predominio de las primeras; con el triunfo de la Revolución, se detiene parcialmente la actividad constructiva y cambian algunos de los usos originales; el proyecto del espacio público no se ejecuta. Ya a partir de la década del sesenta comenzará a conocerse como Plaza de la Revolución por ser el lugar seleccionado para realizar las concentraciones populares.
Alrededor de la Plaza se realizan importantes funciones en edificios que se distinguen por su escala y sus soluciones formales. Entre estos edificios se encuentran el actual del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) terminado en 1960 y remodelado y ampliado en la década del setenta, que se proyectó inicialmente para Ayuntamiento de La Habana; el del Ministerio del Interior, proyectado para Tribunal de Cuentas, uso que desarrolló de 1953 a 1962; el edificio del Ministerio de Economía y Planificación, terminado en 1960, concebido para la Renta de Lotería con un bloque de oficinas y otro para teatro; el del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones, terminado en 1954 para una función similar; la Biblioteca Nacional terminada en 1957, el Teatro Nacional que aunque tuvo una primera inauguración en 1960, fue terminado realmente en 1979, ambos mantuvieron sus usos originales.
El espacio público, la Plaza en sí, no responde a ningún diseño, no se finalizó su construcción según el proyecto original y no se concretó el proyecto nuevo consecuente con los propósitos contemporáneos. No posee un mobiliario urbano adecuado y las funciones de carácter social que se desarrollan en el entorno tienen muy poca o inexistente interacción entre ellas, lo que no promueve la importante actividad característica de los centros de ciudad.
El área de la Plaza tampoco se integra a las funciones de su entorno y se comporta como periférica a los edificios; no logra ser un centro de actividad ciudadana salvo en actividades de masas programadas, y en la cotidianidad es más bien un amplio pavimento sin uso definido, defecto, sin embargo, que se convierte en virtud en las grandes concentraciones de población.
El 28 de noviembre de 1959, este histórico lugar, entonces conocido como Plaza Cívica, transformado en un gran templo al aire libre, fue escenario de una misa memorable en homenaje a la Virgen de la Caridad del Cobre. La celebración constituía el acto cumbre del Congreso Católico Nacional que se desarrolló los días 28 y 29 de noviembre. La convocatoria reunió un millón de personas, y fue la primera gran concentración pública que tuvo lugar en la Plaza.
A partir de 1961, y por más de cincuenta años, la Plaza de la Revolución ha sido el lugar de concentraciones políticas, por lo que ha devenido símbolo del proceso revolucionario en el país. Las imágenes del Che y de Camilo Cienfuegos, en los Ministerios del Interior y de Informática y Comunicaciones, enfatizan el carácter de la Plaza.
También se han realizado en el lugar importantes actividades populares, conciertos y otros eventos, entre los que se destacan la misas ofrecidas por el Papa Juan Pablo II el 25 de enero de 1998 y por el Papa Benedicto XVI el 28 de marzo de 2012.El 20 de septiembre será sede de la misa que presidirá en La Habana el Papa Francisco.
Por sus valores histórico-culturales, la Plaza de la Revolución, por resolución del 29 de diciembre de 2010 de la Comisión Nacional de Monumentos, fue declarada Monumento Nacional.Es una zona de gran importancia para el país y para el municipio habanero en que se enclava, de ahí que este haya tomado su nombre: Plaza de la Revolución.