El Papa y mi familia

Hagan la prueba y vean que bueno es el Señor. Salmo 34.

Por: Pedro Ibrahim González Villarrubia

Entre la gente todos coinciden, de alguna manera, en que el Papa los ha conmovido. Estas palabras van desde mi familia.

Todo comenzó cuando aquel 13 de marzo del 2013 veía yo la televisión y apareció aquel argentino en medio de la Plaza de Roma y comenté en mi casa con alegría: Tenemos Papa latino, argentino.

 

Después supimos de sus itinerarios pastorales, de sus mensajes, de su estilo como pastor y ministro.

Posteriormente vino otra alegría: vendría a nuestra patria. Y sería otro privilegio: la visita de tres pontífices es récord para pocos países, y nosotros tendríamos ese récord además. Pero no es simplemente tener record sino vivir ese privilegio y verle cerca ya eso es mucho, para bien.

Rumbo a Holguín

Rumbo a la tierra de Calixto García, me sorprendía la cantidad de personas que desde horas de la madrugada se habían preparado y vestían ropas sencillas, las jabas, ese objeto tan imprescindible, con meriendas, agua u otros refrescos, y gentes sobre todo de los grupos de edades representativos de nuestra población: los más jóvenes y los viejos.

Las caravanas muy organizadas, con un apoyo de las autoridades, la policía, patrullando, ambulancias y servicios de Cruz Roja era un espectáculo impresionante.Que Dios multiplique en el bien todo ese esfuerzo.

Aquél sol que rajaba las piedras juntos desde tantas tierras tan próximas como lejanas cantaban, rezaban (que es lo mismo que orar), y vi varias personas desmayadas por el calor.

Éramos unos locos en Cristo (1a Corintios 1, 21); inocentes, porque para atreverse a hacer esas cosas sencillas pero cargadas de amor hace falta no ser tan aritméticos, y con una carga de ingenuidad que sale del Espíritu Santo (Romanos 8,9 y ss.) y que mora en nosotros – como proclamaba Pablo: no soy yo, es Cristo que vive en mí – y para todo esto uno se da cuenta que es la unidad del amor que despide las divisiones.

La gente cantaba, aclamaba, hubo quienes llegaban tarde porque venían desde el centro del país, y la ansiedad por estar más cerca (del Papa) era un aliciente. Queríamos salir en televisión porque es una manera de estar en comunión con tantos hermanos a quienes no vemos desde hace años y que viven en casi todo el mundo.

Vi a muchos que se ocupaban de la seguridad del acontecimiento emocionarse también, porque Dios nos ama a todos (Mateo 2,1., Hechos 14, 17), y toda esa alegría – en un acto tan solemne - tan desbordante, es auténtica, porque Dios es verdadero siempre.

Como parte de la organización era requisito que todos regresaran en sus respectivos ómnibus. Pero faltaban dos personas: tres ancianas que estaban muy cómodas sentadas en ómnibus con otros destinos ¡pobrecitas! Se retrasó la salida muchísimo hasta que por fin aparecieron,y recordé que Dios ha 'usado'a estas ancianas como testimonio y memoria de la fe de nuestra iglesia  y que quisieron ir aunque con importantes limitaciones físicas y mentales, a ver al Vicario de Cristo, seguidor de Pedro Simón (Mateo 16, 18, Marcos 8, 27, Lucas 9, 18, Juan 6, 69). 

Los más jóvenes, adolescentes muchos de ellos, no me dejaron ni pestañear en el viaje con sus muchachadas, risotadas, y cantos. Y volví a recordar que la alegría debe estar presente en los que siguen a Cristo (Romanos 12, 12).

Veníamos em–Papados, y al regreso de la tierra por donde Colón se encontró con nuestros antepasados: la lluvia empapaba la caravana.

Me parecía que llevaba una semana fuera de casa. Cuando se experimenta un encuentro intenso da deseo de bajar a la cotidianidad (Mateo 17, 1-13, Marcos 9,2, Lucas 9, 28-36)

En la Catedral

El día martes, en La Catedral, evoqué este templo de mi infancia, y recordé a Sandy, pero su restaurada belleza atrapaba la vista de todos. Salimos a encontrarnos con tanta gente venida de tantas partes, algunos desde muy temprano habían salido desde los hogares en que muchos ofrecieron albergue, otros atrasados.

Los hermanos de Cienfuegos se ganaron con su alegría los momentos del preámbulo de la llegada de Francisco y sus vítores: Con el Papa Francisco la familia crecerá y hasta el coro por momentos se rindió ante el entusiasmo.

Vimos alzar carteles alusivos a todas las procedencias de la feligresía.

Muchos pedían al Papa que bendijera, y besara a sus hijos. La gente que deja que bendigan y besen a sus hijos son los que tienen confianza. Francisco padece de Buen Ojo, con él no hacen falta azabaches. Uno de los niños le dio su manito y dijo que no se la iba a lavar hasta por lo menos en tres días.

La prensa acreditada -sobre todo internacional- no cesaba de tomar imágenes de niños en brazos de padres y abuelos.

Inferimos por dónde iba a salir su Santidad, e hicimos como Zaqueo (Lucas 19): nos subimos (admitiendo que es una descortesía) en los asientos, para verle pasar. Acepto que albergábamos la esperanza de estrechar su mano pero no era posible. Tocar, para la fe, en estas circunstancias es muy bueno, aunque el Papa no tiene filacterias en su ropa.

Un miembro de la seguridad nos recomendó que nos acercáramos al atrio, y recordé que: los últimos son los primeros y los primeros serán los últimos (Marcos 10, 31), y lo vimos pasar muy corta distancia.  

Le sonrió a mi hijo, a mi nuera (mi otra hija), a mi esposa, a mí,  a todos. Aunque la Biblia no dice que Jesús rió, supongo su sonrisa es como la de Francisco, la sonrisa del que nos ama.

Acudió a mi mente el deseo de pedirle que se acercara más para tocar su mano sabiendo que siempre hay quienes impiden que los demás 'molesten' al que pasa (Mateo 10, 29, Marcos 10, 46 y ss., Lucas 18, 35).

Desde el balcón lo vimos montarse en su Papa-Móvil, y le habló algo bajito a sus ayudantes, corrieron a traerle su pedido: un vaso de agua. Tenía el Espíritu Santo mucha razón: era egoísta de nuestra parte, intentar retenerle para que nos diera la mano. El calor ambiental y el gentío calor potenciaban probablemente su fatiga. Ya nos había dejado'un tributo': que oremos por él.

Sabemos de la Presencia de Dios en la Eucaristía, en las Sagradas Escrituras, y en otras manifestaciones del Espíritu Santo, pero en este trozo de experiencia hay encerrada una realidad que espero no suene a irreverencia: Con Francisco, Dios pasó muy cerca de nosotros. Si él se hubiese detenido ante nosotros yo tenía preparado mi discursito: Santidad, cuando Simeón cargó a Jesús niño expresó: Señor, ahora ya puedes dejar que tu siervo muera en paz, como le has dicho, porque mis ojos han visto a tu Salvador que tu preparaste para presentarlo a todas las naciones. Luz para iluminar a todos los pueblos y gloria de tu pueblo¹ yo ya puedo irme a tu Reino mañana mismo porque siento que con Ud. Santidad se siente un estado parecido a la Gloria.

Estas palabras interrumpirían a este Misionero de la Misericordia que se le veía agotado físicamente y no pudimos decírselas, pero queremos compartirlas como testimonio². ¡Gracias a Dios por visitarnos Papa Francisco!

Referencias:

¹ Lucas 2, 29 – 32.

² Este testimonio fue leído en la misa del domingo 27 de septiembre en nuestra comunidad a solicitud de nuestro querido párroco.