Por: Jorge Luis Lanza Caride
“Que nada te turbe, que nada te espante, Dios no se muda, todo se pasa,
la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta“.
Santa Teresa de Jesús
Cienfuegos, 17 de marzo de 2015.-Hay eventos en la vida que nos marcan de una manera especial, ya sea por su trascendencia, por su importancia en el plano histórico o social, pero sobre todo, por su significación en el plano espiritual y cristiano. De esos inolvidables acontecimientos que dejan una huella en nuestra existencia el encuentro el sábado 14 de marzo en la tarde con las hermanas monjitas de la Orden de las Carmelitas Descalzas adquiere una dimensión que resulta difícil describir con palabras.
Al cumplirse los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Jesús (1515-1582), quien fuera proclamada por su santidad el papa Beato Pablo VI Doctora de la Iglesia Católica el 27 de septiembre de 1970, y reconocida como patrona de los escritores, mística española, el Obispo de la Diócesis de Cienfuegos Monseñor Domingo Oropesa Lorente celebró una misa en el Convento de las Carmelitas de La Habana para venerar tan santa personalidad de la iglesia.
Al Obispo lo acompañó una representación formada por diáconos, religiosas y unos noventa laicos pertenecientes a diferentes parroquias de la Diócesis de Cienfuegos, quienes partimos en horas del pasado sábado en la mañana hacia La Habana en un viaje que nos brindaría la oportunidad de encontrarnos con las monjitas, y de esa manera ser participes de un momento especial, de esos que permanecen en nuestra memoria por mucho tiempo.
Luego de un viaje agotador nos adentramos al Convento y nos ubicamos en el locutorio, un recinto en el cual permanecimos varios minutos con la expectativa de ese anhelado encuentro, hasta que ellas irrumpieron en ese místico espacio para entablar así una conversación con el auditorio.
A través de una amena y enriquecedora conversación pudimos conocer detalles desde el proceso de entrada a la Orden, su vida cotidiana, la confección de las hostias para la eucaristía, las largas horas de oración por el prójimo. De sus propios labios recibimos la bendición de conocer no solo algunos aspectos de sus vidas, de la historia de la reforma desde hace casi 450 años, su fundación, anécdotas, su composición de religiosas, conformada por 13.000 en este mundo y con presencia en todos los continentes, entre otras cuestiones, además de presenciar cómo las monjitas en su silencio y aislamiento no se enajenan de los problemas y tragedias de este mundo.
Al responder a una pregunta del auditorio en relación a su compresión de los problemas del mundo respondieron que su condición de retiro en que transcurren sus vidas no constituye impedimento alguno para orar por la frágil paz de la humanidad, tan convulsionada por epidemias, guerras y conflictos. Incluso una de ellas, de nacionalidad cubana, expresó que pedía a dios todos los días por el bienestar del pueblo cubano en este momento histórico que vive nuestra nación.
Nunca podre olvidar esos rostros pletóricos de inocencia y de paz, símbolo de la más profunda consagración a Dios y la iglesia que he conocido en esta vida como católico. Conocerlas personalmente ha sido para mí una experiencia que llevaré en mi corazón por siempre, evidencia de que vivir para Dios implica la más sagrada expresión de amor que pueda un ser humano cultivar en su vida.
La misa celebrada por la tarde por el Obispo de Cienfuegos en honor a Santa Teresa de Jesús y la puesta en escena de una obra teatral preparada por miembros del Movimiento de los Focolares, nos adentrarían en la vida de santa Teresa de Jesús, culminarían un día valioso e imborrable en mi vida y en nuestras vidas como cristianos.