Llevados al templo de San Cristóbal, los restos del Padre Claudio Ojea
Texto: Sergio Lázaro Cabarroy Fernández-Fontecha / Foto: Composición de Sor María del Rosario Grajales
Pinar del Río, 18 de enero de 2013 / El Padre Claudio Ojea fue un sacerdote ejemplar, hombre de misión, de preocupación social y de una profunda espiritualidad cristiana. Era amigo de tirios y troyanos, sembrando el bien y la armonía por donde pasó.
Nació el 3 de marzo de 1912 en el Mariel. Estudió en el Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana, y más tarde Derecho Canónico en Roma, donde recibió la ordenación sacerdotal el 16 de abril de 1938. Fue Párroco de los Palacios en la Diócesis de Pinar del Río entre 1940 y 1946. En esta parroquia fomentó la catequesis, fundó comunidades en el campo, un taller de carpintería, uno de tipografía y una escuela de bordado para muchachas. Su segundo destino fue San Luis, zona de gran población rural debido a la cultura del tabaco. Ahí fundo varias capillas que aun hoy se conservan, así como una cooperativa para la elaboración de tabaco, que aunque duró poco tiempo fue una respuesta al desigual comercio del principal producto vueltabajero. El P. Claudio fue un pionero, que anticipó al Concilio en la síntesis entre promoción humana y evangelización.