Preside el Nuncio Apostólico misa por los dos papas santos
Texto y fotos: Redacción de Palabra Nueva
Arquidiócesis de La Habana, 28 de abril de 2014 / Una emotiva celebración eucarística de acción de gracias por la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, fue presidida por monseñor Bruno Musaró, nuncio apostólico en Cuba, en la tarde del domingo 27 de abril en la S.M.I. Catedral de La Habana, ocasión que sirvió para rememorar los particulares vínculos de los nuevos santos con la historia nacional y eclesial de Cuba.
El cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, se encontraba en Roma para participar en la misa de canonización, al igual que los obispos auxiliares Alfredo Petit y Juan de Dios Hernández, así como el obispo de Holguín, monseñor Emilio Aranguren. Se conoció también que el gobierno cubano estuvo representado en Roma por Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores.
Durante su homilía el señor nuncio recordó “la figura buena, sonriente y amable, de origen campesino, del papa Juan XXIII”, quien encabezó la Iglesia desde el 28 de octubre de 1958 hasta el 3 de junio de 1963, periodo en que convocó e inauguró el Concilio Ecuménico Vaticano II. A continuación se refirió a la “relación muy especial” del nuevo santo con Cuba durante su breve pontificado: nombró tres obispos cubanos, envió un radiomensaje al Congreso Católico Nacional en noviembre de 1959, reunió con los obispos cubanos que participaron en el Concilio; pero de modo especial su “papel clave en la historia de Cuba, y del mundo entero… durante la famosa crisis de los misiles en octubre de 1962”.
Monseñor Musaró reveló que detrás de estos eventos, ocurridos en el periodo de la Guerra Fría y que mantuvieron al mundo al borde del holocausto nuclear, cosas importantes sucedieron en secreto. Puso como ejemplo el contacto de última hora del presidente estadounidense John F. Kennedy con el Papa Juan XXIII el 23 de octubre pidiéndole ayuda para evitar el conflicto, a lo cual el Papa respondió positivamente enviando un mensaje a Moscú por medio de su embajada en Roma: “Promover, favorecer y aceptar negociaciones a todos los niveles y en cualquier tiempo es una medida de sabiduría y de prudencia que atrae las bendiciones del cielo y de la tierra”, escribió el papa en su mensaje, en el que invitaba a los líderes de las dos potencias a escuchar “el grito angustioso que, desde todos los puntos de la tierra, niños inocentes y ancianos, individuos y comunidades, elevan al cielo: ¡Paz, paz!”. El texto del mensaje sería finalmente publicado en el diario Pravda del Partido Comunista soviético el 26 de octubre. Dos días después la Unión Soviética decide retirar sus misiles nucleares de Cuba y Estados Unidos por su parte retiró misiles en Europa que apuntaban a la desaparecida URSS. Poco después, Juan XXIII escribió su encíclica Pacem in terris, la primera en que un Papa se dirigía no solo a los católicos, sino a “todos los hombres y mujeres de buena voluntad”.
Al evocar al santo Juan Pablo II y su relación con Cuba, monseñor Musaró citó fragmentos del resumen del viaje que hizo el mismo Papa durante la audiencia general dos días después de su regreso a Roma, el 28 de enero de 1998.
“Desde mi llegada –había dicho Juan Pablo II- he estado rodeado por una gran manifestación de pueblo, que ha asombrado incluso a cuantos, como yo, conocen el entusiasmo de la gente latinoamericana. Ha sido la expresión de una larga espera, un encuentro largo tiempo deseado por parte de un pueblo que, en cierto modo, se ha reconciliado en él con su propia historia y su propia vocación”. “En la gran plaza de la Revolución José Martí de La Habana –continuaba diciendo el Papa-, he visto un enorme cuadro que representaba a Cristo, con la leyenda “¡Jesucristo, en ti confío!”. He dado gracias a Dios porque precisamente en aquella plaza dedicada a la ‘Revolución’ ha hallado un lugar Aquel que trajo al mundo la auténtica revolución, la del amor de Dios, que libera al hombre del mal y de la injusticia, y le da la paz y la plenitud de la vida”.
El nuncio apostólico citó otro pasaje de aquellas memorias del Papa polaco tras su visita a Cuba, en la que hizo particular referencia a la Iglesia. “He ido a la tierra cubana… ante todo para rendir homenaje a aquella Iglesia y confirmarla en su camino. Es una Iglesia que ha atravesado momentos muy difíciles, pero ha perseverado en la fe, en la esperanza y en la caridad. He querido visitarla para compartir su profundo espíritu religioso, sus alegrías y sus sufrimientos; para dar impulso a su obra evangelizadora (…) He ido como peregrino de paz para hacer resonar en medio de aquel noble pueblo el anuncio perenne de la Iglesia: Cristo es el Redentor del hombre y el Evangelio es la garantía del auténtico desarrollo de la sociedad”.
Al concluir su homilía, monseñor Bruno Musaró que todos los cubanos tenemos motivos de alegrarnos inmensamente por el regalo que nos ha hecho el Papa Francisco al proclamar santos a estos Sumos Pontífices y expresó su confianza en que “ellos intercedan siempre por nosotros”.
Al final de la celebración eucarística, monseñor Suárez Polcari, canciller de la arquidiócesis de La Habana agradeció al Nuncio apostólico, en nombre del arzobispo de La Habana, por haber presidido esta eucaristía, igualmente expresó gratitud por la presencia de la señora Caridad Diego, jefa de la Oficina de Atención de Asuntos Religiosos del CC del PCC, y de representantes del Cuerpo diplomático acreditado en La Habana.
Actualizado ( Martes, 29 de Abril de 2014 17:48 )