Su satisfacción por vivir y atender a los miembros de su hogar son suficientes para solventar sus 82 años. “Me llevo muy bien con mi familia, nos queremos, nos ayudamos y eso es lo más importante, nos dice Enma. “Recientemente enviudé y por eso he tenido unos días tristes. Es normal extrañar a la persona que compartió a mi lado tantos años; pero bueno la vida es así…Tengo un hijo, se llama Manuel de Jesús y es médico, y mi hija Aurora María trabaja en el banco. Me siento satisfecha de haberlos conducido por el buen camino. Ahora los veo ya adultos y me enorgullezco porque además sé que planté en tierra fértil la semilla de la fe”.
Sus ocho décadas de existencia de manera alguna significa limitaciones en cuanto a sentirse socialmente activa, pues considera la vejez como una nueva etapa, con sus características propias y en la que se puede ser feliz. “Lo único que siento a esta edad son los achaques, que no me dejan saltar ni correr como antes; ahora las cosas las hago con más calma”.
Y es que para esta entusiasta “abuela” la fórmula resulta sencilla: “le pido mucho a Dios que me de fuerzas para enfrentar los avatares de la cotidianidad, le pido unidad en mi familia y cooperación. Tengo la certeza de que Él me escucha, me ha dado fortaleza y así he podido seguir adelante.”
En tal empeño cuenta con el apoyo incondicional de los más jóvenes del hogar: “Tengo tres nietos maravillosos que han estudiado carreras universitarias. Entre todos nos entendemos y respetamos, porque a la juventud hay que comprenderla para poderse llevar bien. Siempre he querido que me digan abuelita, pero cariñosamente me llaman Mamila”.
Para esta madre y abuela llegar a la tercera edad no significa mirar con nostalgia el pasado, al contrario, cada día cuando se levanta encuentra en su hogar un nuevo motivo para vivir. Tiene en su casa dos enfermos que atender (a su cuñada Carmita y su yerno Orlando) y también horas que dedicar a su grupo de la tercera edad de la parroquia, el cual guía desde el 18 de abril del año 2004.
“Somos alrededor de 96 integrantes. Tenemos algunos enfermitos en el espacio, otros encamados… Los días 8 de cada mes nos reunimos y celebramos la eucaristía. Ese es un regalo de Dios para nosotros”.
“Quien fundó este grupo de la tercera edad fue Nelia Rodríguez, en el año 1996, una persona con un carisma muy especial. Aquellos que la conocieron saben cómo era ella y por eso mismo se recuerda con tanto cariño y también con admiración”.
“Fueron fundadoras además Teresa González, Juana Carralero, Lauda Rodríguez y Emelina Agüero. Yo sencillamente trato de darle continuidad a lo que ellas iniciaron.”
“Aunque tengo muchos problemas en el hogar asumo este servicio con humildad y entrega, asimismo el de Ministro de Eucaristía. En lo personal no escatimo tiempo y esfuerzo para servir a Dios, es lo menos que puedo hacer para agradecerle por tantas maravillas que Él me regala todos los días.”
Así transcurre la vida de cientos de heroínas anónimas en nuestras comunidades, mujeres que a diario nos las encontramos en misa, las tropezamos en una cola, caminando en las calles, en un mercado o simplemente sonriendo a la vida por existir… dando un signo de amor al mundo e irradiando luz desde su testimonio de fe y esperanza.