En el Aula Magna del Centro, ante el busto de Varela que la preside junto con el conocido apotegma vareliano “No hay Patria sin Virtud, ni Virtud con impiedad” –tomado precisamente de las Cartas a Elpidio–, Monseñor Carlos Manuel nos regaló una presentación verdaderamente memorable. Con ese don excepcional que tiene para hacer sumamente amenas sus eruditas disertaciones, el ponente centró su exposición en la contribución de Varela al ethos nacional, añadiendo a su lúcido análisis histórico del esencial aporte vareliano, la necesaria consideración sobre el grado de actualidad del legado del Padre.

Fue una conferencia del mismo altísimo nivel al que nos tiene acostumbrados Monseñor Carlos Manuel: salpicada de esos comentarios y anécdotas que él dosifica como nadie, a las que añadió en esta ocasión una sentida recordación sobre el efecto del testimonio de vida del Padre Varela sobre su propia vocación sacerdotal. Fue especialmente grato escuchar sus merecidos elogios a otro cubano ilustre a quien no se pondera ni tanto, ni tan a menudo como se debiera: Monseñor Eduardo Martínez Dalmau, antiguo obispo de Cienfuegos, quien fuera además profundo conocedor de la obra de Varela.

Monseñor Carlos Manuel, recibido a su llegada con una gran ovación, fue premiado al concluir con otra aún mayor por la nutrida concurrencia que colmó la sala y para la que el tiempo disponible se hizo corto, pues hubiera querido prolongar el intercambio con el ponente. Confiamos en que no faltarán ocasiones para ello.