Nació en Verona (Italia) el 28 de abril 1930 y murió en Negrar (Verona) el 10 de noviembre 2013.  En su adolescencia vivió la tremenda experiencia de la guerra, pero al mismo tiempo pudo cursar todos los grados de la primaria, secundaria y el pre.  Al graduarse como aparejador, trabajó como tal en la provincia de Verona. Al  sentir el deseo de ser sacerdote,  ingresó en el seminario de Verona y se ordenó como tal el 29 de junio 1961. Fue ayudante de los párrocos de dos parroquias de la montaña que atendió visitándolas con una motocicleta y, en invierno, andando con esquíes sobre la nieve.

Ejerció después por 6 años la tarea de vicario parroquial en San Lucas, en el centro de la ciudad de Verona, hasta que, en el 1970, fue a Argentina como misionero “Fidei Donum” en la gran Buenos Aires. Aquí sufrió la  tremenda dictadura de los generales, obligado muchas noches a escapar para no caer en las manos de los verdugos. Volvió a Italia en 1978 donde trabajó en el Centro Misionero Unitario en Verona y cooperó en una parroquia de la ciudad.

“Visitó Cuba dos veces: en 1979, cuando escribió un libro sobre la Isla y en 1994. Ambos viajes le sirvieron para darse cuenta de la escasez de sacerdotes y sensibilizó a su Diócesis para poner algunos a disposición de Cuba. Después de la solicitud hecha por el propio Nuncio Apostólico, Mons. Beniamino Stella, fue el primero en declararse disponible a pesar de su edad y que tendría que dejar las varias actividades que lo habían hecho muy popular, así como sus comunidades en Italia.”

Fue misionero en Cuba de 1997 hasta el 2004 en Consolación del Sur, Viñales y Minas de Matahambre, todas estas parroquias de la Diócesis de Pinar del Río. Al regresar nuevamente a Italia, ejerció el ministerio sacerdotal en San Lucas y pudo escribir varios libros donde sobresalen algunos sobre el respeto de la naturaleza, de las materias primas y nuevos estilos de vida  más sencillos, pobres y solidarios con los necesitados.

Antes de ingresar en un hospital para sacerdotes hace poco menos de un año, pudo escribir su último libro donde recoge las cartas que escribió desde Argentina y desde Cuba a los amigos de Verona; en este libro emerge toda la espiritualidad, amor, cariño y sensibilidad del Padre Julio y su deseo que los destinatarios de las cartas pudiesen estar como presentes en la difícil realidad de las misiones.

Sufrió muchísimos en estos últimos tres años a causa de fuertes dolores a la columna, dolores que a veces eran insoportables y que él aguantó con su acostumbrada paciencia y silencio. Un amigo que conocía bien al Padre Julio me escribió (al P. Gianfranco): “Ahora nuestro Julito se marchó al Paraíso y desde allí nos sonríe y reza por nosotros”.

Entre nosotros queda la gratitud hacia este sacerdote que transmitía serenidad y amor al prójimo.  En el recuerdo está su sonrisa suave y su carácter afable; no por gusto sus entrañables parroquianos de Consolación del Sur lo definían: el Viejito y el SANTO.