“Este lugar -señaló el Nuncio- no es como todas las casas del poblado, sino será un sitio especial reservado para Dios, un signo de la presencia del Señor en medio de su pueblo.

“Cuando venimos al templo lo hacemos para postrarnos en la presencia de Dios. Él está en todas partes, pero de manera muy especial lo encontramos aquí donde se anuncia y proclama su Palabra que nos ilumina y anima a seguir adelante, porque sabemos que el Señor está con nosotros.

Mons. Musaró recalcó que por el Bautismo somos templo de Dios, como señala San Pablo; y afirmó que más importante que la construcción de piedra es el templo que forman quienes se reúnen con frecuencia en torno al Resucitado.

El prelado felicitó a la comunidad cristiana y la exhortó a crecer, anunciar el Evangelio y dar testimonio del amor, la misericordia y el perdón de Dios. “Eso solo puede lograrse -dijo- si vivimos como discípulos de Cristo, siendo fieles a sus mandamientos”.

Antes de concluir sus palabras, el representante de Santo Padre, llenó de regocijo a los presentes cuando expresó: “Les traigo a todos ustedes el cariñoso saludo y la bendición especial del Papa Francisco”. A lo que siguió un prolongado aplauso.
Tras la homilía el Nuncio derramó el Santo Crisma sobre el altar y ungió las cruces colocadas en las paredes del recinto sagrado, momentos de profundo simbolismo luego de los cuales la edificación, hasta ahora solo una obra de piedra y cemento, se consagraba definitiva y únicamente para el culto cristiano.

Al término de la Santa Misa, el padre Juan Rivera Torres, Misionero de Guadalupe y párroco de esta demarcación, agradeció la presencia del Nuncio y de Mons. Álvaro Beyra Luarca, obispo de Bayamo-Manzanillo; e invitó a los presentes a participar en los diversos grupos de formación abiertos en la comunidad.

La parroquia de San Carlos Borromeo de Pilón (o Ensenada de Mora, como se denominaba entonces) fue creada el 6 de marzo de 1917, por Mons. Félix Ambrosio Guerra y Fézia, arzobispo de Santiago de Cuba, como “Parroquia Sucursal”. Sin embargo el primer bautismo allí data de octubre 1914 cuando existía una capilla auxiliar de la parroquia de San Francisco Javier de Vicana.

El 19 de diciembre de 2012 fue reconstituida como parroquia por Mons. Álvaro Julio Beyra Luarca, obispo de Bayamo-Manzanillo.