Muy temprano en la mañana del jueves 1ro de agosto se encontraron 26 muchachos de las comunidades de El Jamal, Cabacú y Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa para iniciar, junto a sus animadores, esta hermosa experiencia. Y lo hacían caminando durante poco más de 1 hora hacia el lugar donde montarían su campamento, luego de poner en manos de Dios todo lo que iban a compartir. En un precioso lugar, tocado por Él en la maravilla de su Creación, pudieron disfrutar de intensas horas de diversión y fe. Luego de montar las tiendas de campaña que les servirían para pasar la noche, tuvieron su segundo momento de oración para recordar que todo lo que existe y nos rodea es obra del Señor, que debemos cuidar y agradecerle. Seguidamente comenzaba el disfrute del río, los juegos, las bromas, que poco a poco hacían nacer nuevas amistades. Ya a la hora del almuerzo todos compartían lo que habían traído en sus mochilas, ofreciéndoles cariñosamente a sus jóvenes animadores.
Por la tarde el río continuaba siendo la atracción fundamental hasta que el sol comenzaba a retirarse y les indicaba que se prepararan para la misa. Algunos sintieron el deseo de acercarse un poquito más a Dios y aprovecharon la ocasión para confesarse, minutos antes de la Eucaristía presidida también por el padre Valentino Ferrari. Terminada la celebración, todos saborearon una exquisita y abundante “pasta fría” preparada por este sacerdote italiano.
La noche no pudo ser mejor: música y baile hicieron las delicias de estos inquietos chicos y chicas hasta cerca de la medianoche, cuando “intentaron” descansar. Todavía les quedaba energía suficiente para hacer alguna que otra travesura.
Alrededor de las 7 se levantaban para la oración de la mañana, iluminada por la parábola del sembrador y reflexionando sobre la forma de vivir la fe en su mundo adolescente. Después del desayuno y algunos juegos, volvían al río, esta vez un poco más claro que el día anterior. A mediodía aparecía nuevamente el padre Valentino con el ansiado almuerzo y algunas orientaciones sobre el regreso a casa.
Recargadas las pilas y también el estómago, un rato más de baño, ahora en otra parte cercana descubierta por los propios muchachos. Pero desafortunadamente este hallazgo duró poco pues llegó la hora de la partida. Primero los de la parroquia, después los de Cabacú y Jamal, en sus respectivos “transportes sacerdotales”. Todos con el deseo de repetir lo vivido, algunos sugiriendo más tiempo para el próximo año.
Gracias, Señor, por el regalo de poder ofrecerles a estos “jóvenes fieles” un momento diferente lleno de alegría, hermandad y esperanza que siempre recordarán y contarán.