El prelado recordó que la bienaventuranza que el Señor Jesús promete a los que viven con fidelidad sus Mandamientos merece entregar la vida, pero para hacerlo hay que tener una fe firme, sólida. “A eso -enfatizó- nos ha convocado el Santo Padre Benedicto XVI en el Año de la Fe: a fortalecerla y poner nuestra vida y actuar en sintonía con lo que creemos. “San Fructuoso, con su vida y su martirio, nos demuestra que podemos ser coherentes. Si vivimos como él, seremos capaces de comunicar esa paz, esperanza y alegría que no puede arrebatarnos ni el sufrimiento ni la muerte.”
En el momento de la presentación de los dones, fue llevada hasta el altar una canastilla confeccionada gracias al aporte de la comunidad cristiana y que será entregada al bebé nacido en esta jornada.
Terminada la Eucaristía, concelebrada por los presbíteros Martinus Tali Meta y Radoslav Kottra, ambos de la Sociedad del Verbo Divino (SVD) y párrocos de Yara y Veguitas, respectivamente, tuvo lugar una escenificación sobre la vida del patrono protagonizada por los niños de la Catequesis y la proyección de un documental del padre Juanito Banog-Banog, SVD, sobre la historia de la Parroquia.
Luego por segunda ocasión después de más de medio siglo, aconteció la procesión con la imagen de San Fructuoso por las calles del poblado. Al iniciarla Mons. Beyra Luarca expresó: “Queremos seguir sus pasos, pues él intercede por nosotros y sabe bien cuál es el camino que conduce al encuentro con Dios”.
El 21 de enero, el Libro de los Mártires, refiere la pasión de los santos Fructuoso, obispo, y de los diáconos Augurio y Eulogio, que después de una valiente y decidida confesión de fe ante el procurador Emiliano, fueron conducidos a la cárcel y luego al anfiteatro, donde San Fructuoso con voz clara ante los fieles que lo acompañaban oró por la Iglesia extendida de Oriente a Occidente. Luego los tres fueron arrojados a las llamas y, orando de rodillas, completaron su martirio.
La pasión de estos tres mártires españoles aconteció en Tarragona, de cuya sede era obispo San Fructuoso en el año 259, el relato se debe a Marco Aurelio Prudencio Clemente.