“Ser sacerdote, vale la pena”
por Tania Gómez Rodríguez
Fotógrafo Jaliosky Ajete Rabeiro
Diócesis de Pinar del Río, Catedral de San Rosendo, 17 de julio de 2018: Unidos en acción de gracias a Dios por los 50 años de vida sacerdotal de monseñor Jorge Enrique Serpa Pérez, obispo de Pinar del Río, fieles de las comunidades de la diócesis, amigos, sacerdotes, algunos de los obispos diocesanos y eméritos de Cuba y el Sr. Nuncio, Giorgio Lingua, se congregaron el sábado 14 de julio último, en la Catedral de San Rosendo para juntos como Iglesia, agradecer el regalo de su vocación y pedir sobre él la gracia de la fidelidad y la confianza para continuar su servicio como pastor de esta grey.
La homilía fue predicada por Mons. Emilio Aranguren, obispo de Holguín y Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. En sus palabras recordaba las estadísticas que han marcado la historia sacerdotal de la Isla desde hace más de 50 años para invitar a los presentes a reflexionar sobre la forma en la que Dios va escogiendo y actuando en la vida de cada uno. Sus palabras fueron el fruto de la experiencia vivida como Iglesia en Cuba, enriquecida con los lazos de amistad que van surgiendo y que los convocaron a vivir la cercanía de unos con otros como fue la ordenación de Mons. Silvano, obispo de Guantánamo-Baracoa meses antes, la visita el día anterior a Mons. José Siro, obispo emérito de Pinar del Río; y el encuentro en la Eucaristía para confiarle al Señor de la Historia las maravillas que hace en todos, concluyendo con la exhortación del Apóstol Pablo a Timoteo y que fue escogido cinco décadas atrás por Mons. Serpa, como lema sacerdotal: “Sé en quién he puesto mi confianza”.
Casi al concluir la celebración, Mons. Giorgio Lingua leyó el mensaje de felicitación que el papa Francisco envió a Mons. Serpa. Fueron palabras emotivas en las cuales el Santo Padre resaltaba la labor desempeñada por el prelado como sacerdote y obispo y le transmitió la Bendición Apostólica.
La Eucaristía concluyó con las palabras de Mons. Serpa, en las cuales recordó a quienes marcaron y apoyaron su decisión, desde el ejemplo recibido por sus padres en el seno del hogar, el testimonio de su párroco cuando se comenzaron a vislumbrar los primeros signos vocacionales y de todos los que han caminado junto a él durante estos años. Y terminó con un mensaje al clero: “Recuerden siempre que ser sacerdote, vale la pena”.
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