Formación
Habla, Señor: Domingo XV del Tiempo Ordinario (10 de julio de 2022)
Primera Lectura: Deuteronomio 30,10-14
Esta es una de las últimas advertencias de Moisés al pueblo liberado, no son nuevas instrucciones, sino más bien un recuerdo para que reafirmen y se afiancen en la fidelidad al Señor, su Dios. Se dirige a la gente con dos apelativos categóricos, el primero de ellos, es una expresión muy apreciada por el Autor sagrado (citada al menos diez veces en el Libro) y que suena con voz de tenor porque evoca al “Escucha” de Dt 6,4; el segundo es una respuesta a la primera actitud: hay que convertirse a Dios con todo el corazón y con toda el alma.
En el segundo párrafo, Moisés, da las razones por las que deben observar estos mandamientos:
Los mandamientos del Señor, están al alcance de todos, se los puede pronunciar y gustar porque están en la boca de sus fieles, sentir y cumplir porque están en el corazón de todos los que lo aman.
Segunda Lectura: Colosenses ,1.15-20
La lírica de Pablo, quizás no esté a la altura del “arpa” de David o del “violín” de los amantes del Cantar de los Cantares, pero este Himno vuela, y vuela alto. El Apóstol en pocas líneas revela el misterio que hasta entonces, nadie pudo expresarlo y decirlo con toda claridad; la enseñanza acerca de Cristo iniciada por Epafras (v 7) en este Himno, coge luz, hondura y fuerza inexpugnable.
Cristo es:
Evangelio: Lucas 10,25-37
Los Evangelios no dicen si Jesús, en algún momento de su vida, acudió a una escuela rabínica; pero Lucas, aún siendo un niño, lo presenta como el Maestro de los maestros (Lc 2,46-47). Aquí, un doctor de la Ley, que, aunque no acepta su enseñanza, lo reconoce como Maestro, y para ponerlo a prueba (dejarlo en ridículo o tener una razón para acusarlo ante el Sanedrín) le hace una pregunta disfrazada de piedad y buenas intenciones: “¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna? Jesús, el Maestro, no le responde, sino que, interpela a la sabiduría de su oponente, que no duda en recitarle las sagradas palabras del Shemá (Escucha Israel) y el mandato de amor al prójimo ordenado en el Levítico (Lv 19,18); la respuesta es tan clara, que Jesús se limita a decirle: “vive eso y vivirás”.
El maestro de la Ley que conoce bien la letra escrita, sabe que la disposición levítica es recurrente en la relación que se ha de tener con el prójimo, pero no define con claridad quién es, por eso busca refugio y justificación en ella. Jesús, el Maestro de la Ley de Dios, apela a un cuento conmovedor lleno de imágenes, evocaciones geográficas, referencias simbólicas, preguntas de toda índole y le invita a responderse a sí mismo; la respuesta del Maestro volvió a ser categórica: “El que tuvo compasión de él”. La sentencia final se podría traducir así: “él (samaritano) ya está en camino hacia la vida eterna, si tú haces lo mismo también vas a vivir”.
La parábola “del Buen Samaritano”, es uno de los pasajes evangélicos que dejan en claro que Jesús, no vino para abolir la enseñanza de la “Ley” y de los “Profetas”, sino a llevarla a su plenitud.
Hay que conocer la Ley de Dios expresada en las Sagradas Escrituras y la que está grabada en el corazón de cada ser humano; cuando la ley es el amor no existen dudas de quien es nuestro prójimo, cuando la ley es el amor podemos estar seguros de que estamos en la senda de la vida y caminamos hacia la vida eterna.
danos tu email y suscríbete
suscripción
Si Ud. desea inscribirse a nuestro boletín diario
Nosotros hoy, déjenos su nombre y e-mail
Conferencia
Estructura