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Ordenan nuevos diáconos permanentes en La Habana

por Oficina de Comunicación de la COCC

Arquidiócesis de La Habana, La Habana, 13 de enero de 2022:

Cuatro laicos de la Arquidiócesis de La Habana fueron ordenados diáconos permanentes por imposición de manos del cardenal y arzobispo de La Habana, Juan de la Caridad García Rodríguez.

La ceremonia, que tuvo lugar en una misa concelebrada el 8 de enero último, en la Basílica Menor y Santuario Diocesano de Nuestra Señora de la Caridad de la capital cubana, fue presidida por el cardenal García Rodríguez junto a integrantes del clero diocesano.

Los ordenados, quienes servirán a la diócesis de La Habana son: Yacel Moreno Bacallao, destinado a la Basílica Menor y Santuario Diocesano Nuestra Señora de la Caridad; René Alberto Blanco Gómez, enviado a la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús y San Ignacio de Loyola, en Reina; Manuel Rodel Rodríguez Díaz, quien irá para la parroquia del Salvador del Mundo en Marianao; y Yován Abreu Guerrero, de la parroquia de la Inmaculada Concepción de Tapaste. 

Al concluir la Eucaristía, el reverendo Yacel Moreno Bacallao, leyó una carta de agradecimiento en nombre de los nuevos diáconos:

“En este momento final de la celebración llegan los saludos, felicitaciones y agradecimientos. Somos cuatro los ordenados, por lo que trataremos de ser precisos y no extendernos. Son muchas las gracias recibidas y a muchos le debemos que estemos hoy aquí.

“En primer lugar, agradecemos a Dios por habernos llamado y por permitirnos responderle con generosidad, sin ser merecedores de semejante misión. Cada uno ha llegado hasta el Señor por caminos diversos, convertidos, con su historia personal, de diferentes partes de la geografía cubana, pero que nos une la vocación del servicio a los pobres, los enfermos, los necesitados. Agradecemos a la Santísima Virgen María de la Caridad del Cobre, que en su contundente Sí al Señor, nos ha hecho ser hombres más confiados y seguros en Dios, cuando pocas veces entendemos y comprendemos; su intercesión ante su Hijo nos ha permitido amar y querer más a la iglesia y a nuestro pueblo cubano, este pueblo al que queremos servir y acompañar.

“Agradecemos a nuestro arzobispo, el cardenal Juan García, por aceptarnos y recibirnos dentro de sus colaboradores. Durante todo este tiempo, nos ha acompañado con sus oraciones, su testimonio de vida sencillo y austero, junto a su dedicación por aquellos que el mundo no considera lo suficiente, nos han sido de mucha valía. “Agradecemos a todos los formadores y profesores que durante todos estos años han dejado su impronta en nuestras vidas, al padre René Ruiz quien nos acogió en su hogar en varios momentos, incluso en este período final cuando las condiciones se complejizaron; su cercanía, su afecto y esmerada atención nos hace sentir en deudas con usted y los empleados de su casa.

“Gracias al Seminario San Carlos y San Ambrosio que nos recibió durante dos cursos, al Padre Rector y demás formadores, a los seminaristas con quienes hicimos una buena amistad y que algunos de ellos directamente, nos trasmitieron gentilmente sus conocimientos. Agradecemos al padre Charles que no escatimó esfuerzos y dedicación para con nosotros, en su casa y en compañía de su mamá pudimos terminar nuestra formación, incluso ha tenido la amabilidad de preparar y acompañarnos durante esta ceremonia.

“Un agradecimiento especial al padre Antonio Rodríguez, a pesar de sus limitaciones físicas ha sido extremadamente cercano a nosotros, su rico y extenso caudal de conocimientos, su habitual jocosidad y su probado amor a Dios, a la iglesia y a Cuba, han incidido notablemente en nuestras vidas.

“Agradecemos al padre Ariel Suárez y a este Santuario Diocesano por permitirnos recibir la ordenación diaconal aquí a los pies de la Madre, la Virgen de la Caridad. Durante todo este caminar, nos ha brindado una amistad verdadera, ha sido muy cercano y nos ha apoyado incondicionalmente. Agradecemos al coro que inmediatamente que tuvimos la fecha se nos acercaron y nos manifestaron su disponibilidad; a los acólitos que con tanta bondad han sacrificado su mañana de descanso para estar aquí, a los trabajadores del Santuario y a todos los que se han esmerado para que esta casa luzca sus mejores galas.

“Agradecemos a los padres jesuitas y a la comunidad del Sagrado Corazón de Jesús de Reina, los que hoy están aquí y los que no están, aquellos a los que el Señor ha llamado a su encuentro, todos nos han testimoniado la regla de oro propuesta por San Ignacio y que para un diácono, tiene que ser norma de vida: en todo amar y servir. Agradecemos a los padres y parroquias de la Purísima Concepción de Tapaste y San José de las Lajas, al Hogar de San Rafael y a la parroquia del Salvador del Mundo en Marianao. A los frailes franciscanos conventuales, a la parroquia de Santa Clara en Lawton, a la parroquia del Santo Ángel Custodio; son muchos los que nos han acompañado y perdónennos si por olvido alguno no se ha mencionado. Agradecemos a los diáconos permanentes, quienes con su testimonio de vida y oración, hoy nos reciben dentro de la gran familia diaconal y nos admiten como nuevos miembros suyos.

“A nuestras familias, nuestras esposas, hijos y nietos, un merecido agradecimiento, ustedes acompañan y comparten nuestra misión, y lo hacen desde el anonimato, desde el silencio callado y sin grandes pretensiones, que en ocasiones no es lo suficientemente valorado. La familia es prioridad en nuestras vidas, sin ustedes a nuestro ministerio, le falta sustento. Gracias por todo y les animamos para que sigan caminando junto a nosotros. Agradecemos a nuestros padres y hermanos por regalarnos y compartir el don de la vida, por sus enseñanzas. Pedimos por los que están vivos, para que el Señor les premie por tantos beneficios y por los que ya han partido rumbo al encuentro con Jesús para que alcancen la gloria eterna.

“Agradecemos a todos ustedes aquí presentes, muchos han venido desde lugares distantes, desafiando los embates que nos impone las limitaciones del transporte, las enfermedades y diversas dificultades, pero con el deseo de acompañarnos. Gracias por sus muestras de afecto, cercanía y auténtico testimonio de vida. A todos les pedimos humildemente que en sus oraciones recen por nosotros, para que podamos ser verdaderos servidores del Señor y de su iglesia, para que siempre queramos estar atentos a las necesidades de los que más sufren y podamos con alegría servir a este pueblo santo y fiel de Dios. Muchas gracias.”

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