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Celebran Segundo Encuentro Conyugal del Movimiento Familiar Cristiano en La Habana

por Marisela Rodríguez Linares

Arquidiócesis de La Habana, Juanelo, 24 de mayo de 2019: “¡Cuba: cuida a tus familias, para que conserves sano tu corazón!” Este mensaje dado por el Santo Padre San Juan Pablo II, en la homilía celebrada en Santa Clara, en su visita a Cuba en 1998, fue motivación inicial para realizar el Segundo Encuentro Conyugal Participativo del Curso Básico de Formación, organizado por el Movimiento Familiar Cristiano (M.F.C), en la Casa de Espiritualidad “San José”, cita en el Juanelo, los días 17, 18 y 19 de mayo último, coordinado por Teresita y Orlando, animadores del M.F.C. y Pastoral Familiar , de la Arquidiócesis de La Habana.

Comenzamos este camino un total de 15 parejas de diferentes comunidades, donde la bienvenida fue muy acogedora, por los animadores del encuentro: Pedro e Isabel, Iván y Disleysi, Tere y Orlando, teniendo como lema ¡Estamos en familia! , donde el amor y la alegría que ellos desbordaron, lograron contagiar al grupo de parejas, siendo una bendición haber compartido también con las religiosas de la Casa “Esclavas de Cristo Rey”, donde ofrecieron todo su amor y servicio para que nos sintiéramos a gusto.

Inicialmente, muchos nos preguntamos ¿qué frutos daría en nuestras vidas como parejas este encuentro? A nuestro recuerdo asoma el primer encuentro, el comienzo, donde pedimos al Espíritu Santo que nos alentara hacia móviles internos y abriera a la acción de una vida transfigurada en la presencia de Dios y a la Santísima  Virgen, para que nos ayudara a dar gracias a Dios, por el don de la familia.

Y comenzamos en este caminar matizado por temas que marcaron nuestras vidas, teniendo como objetivo principal, el de proporcionar que los esposos se encuentren a sí mismos, mediante el diálogo y ante la presencia de Dios, de manera que juntos busquen caminos de perdón y cambio, para que su amor se irradie en sus hijos y en el testimonio que ofrecen a su comunidad.

Compartimos también momentos que sentimos pasar por el corazón... momentos cargados de alegrías... de testimonios, de esperanzas... sueños, proyectos y también  momentos que nos hicieron reflexionar en la vocación a la vida matrimonial y familiar y en estos momentos, hubo tres manantiales de espiritualidad que desbordaron en nosotros el sentido cristiano de nuestro sello de amor y ofrecen una nueva dirección a nuestra existencia como parejas.

El primer momento fue el “Encuentro conmigo mismo”, en el cual nos aventuramos hacia el encuentro del “Yo”, y aprendimos que la mejor manera de construir nuestra familia es empezando a construirnos a nosotros mismos

El segundo tiempo de reflexión fue el “Encuentro con el cónyuge”, en el que la reflexión personal y conyugal nos lleva a un silencio interior, a la escucha reflexiva, a un cambio de conducta, a una nueva manera de relacionarnos y poder conjugar con armonía áreas personales con el proyecto común de pareja.

Para iluminar este segundo momento fue necesario el pasaje bíblico de las Bodas de Caná (Jn 2, 1-11), donde nos decía Juan Pablo II, (Carta No. 18), que “el mensaje de Caná manifiesta nítidamente que la verdad de la familia está inscrita en la revelación de Dios y en la historia de la salvación”. Nos manifiesta que el vino nuevo (matrimonio cristiano) es superior, ya que la presencia de Jesús da un nuevo significado a todo.

El tercer momento emotivo fue el “Encuentro con Dios”, en el que el amor toma otra dimensión. Tener a Jesús como punto de referencia en el amor conyugal da una capacidad infinita de comunicarse y perdonar.

Disfrutamos ese fruto del encuentro con Jesús, y hoy estamos dando un sentido diferente  a nuestras vidas, optando por  vivir una experiencia más comprometida en una relación de comunión con Jesús, ya que el encuentro con nuestro cónyuge es un encuentro con Dios.

Para culminar el encuentro, el padre David Sánchez sj, celebró la Santa Misa dominical, donde la Palabra de Dios que se nos regala nos habla del nuevo mandamiento de Jesús (Jn 13, 31-33; 34-35) “Ámense unos a otros como yo los he amado”.

Y es curioso cómo actúa Dios en nosotros, escoger esa lectura para sellar todo este caminar. Fue muy emotiva esa homilía, para muchos, las lágrimas permitieron ver mejor lo que Jesús nos regala, lo que Jesús nos enseña, y el Padre nos comentaba, “no podemos llegar al amor de Dios si no pasamos primero por la Cruz”, y esa cruz significa nuestra vida, nuestros conflictos, nuestras penas, nuestras diferencias, pero solo cuando nos amemos con ese amor de entrega y perdón, es que podemos llegar a amarnos igual que nos amó Él.

Como dice San Pablo en 1 Corintios 16, 14: “Todas sus cosas sean hechas con amor”, y así también como culmen de ese encuentro, pudimos renovar nuestros votos matrimoniales y nuestro compromiso ante Dios y la Comunidad en nuestro apostolado familiar.

Y allí, fue lacrado nuevamente nuestro amor, seguros que el encuentro con Jesús nos hizo irradiar sentimientos de comprensión, de perdón, fraternidad, que renovamos y profundizamos en el encuentro con ese misterio que nos trae la fe. Y convencidos, que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo para propagar su Reino, reino de verdad y vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz.

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